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Evitando el ablande


Por suerte nunca me preocupó no saber sobre qué escribir, mi asistemático sistema consiste en juntar ideas (esperar) en mi memoria a corto plazo que total en algún momento decantarán. Ahora me preocupa no tener tiempo para hacerlo, las 13 horas diarias fueras del hogar atentan contra este lugar de verborragia y contra ese lugar de cientos de páginas que me espera desde hace mucho más tiempo.

Roudinesco habló de “la derrota del sujeto” para referirse a esta época de medicalización de los afectos, de pasteurización del sentir, la depresión como bolsa de gato (así como el stress y el ataque de pánico) llevada bajo el brazo de la Reina Medicina. Aclaro para los lectores perezosos: no voy a negar la eficacia y la necesariedad en algunos casos de la medicación, sólo la voy a correr del lugar de respuesta al fundamental hecho de estar vivo. La muerte, el sexo, la locura, el inconsciente, relacionarse con los otros, nada de eso entra por suerte en el ámbito farmacológico, de allí que hace más de 100 años que se viene proclamando la muerte del psicoanálisis y éste resiste porque entre otras cosas, toca muchos puntos estructurales.

La depresión tuvo como predecesoras a la neurastenia de Freud (que rápidamente dejó atrás) y a la psicastenia de Janet, y no es ni una neurosis, ni una psicosis ni una melancolía, y se la asocia a falta de energía, cansancio, etc., un estado que bien podría llamarse paja o tristeza a secas. Y negar la posibilidad de estar triste es lo difícil. Pero no voy para ahí.

Cómo entiende una ciencia al ser humano y cuáles son los mecanismos que están en la base de la génesis de los conflictos, es una divisoria de aguas y no sólo sirve para saber dónde y cómo edificará su cuerpo de conocimiento, sino su práctica. Es comprensible que quien sea abandonado por su objeto de amor prefiera una pastilla a bancarse las noches de insomnio. Pero esta época de subjetividad sin tragedia, de desustancialización de los objetos que consumimos, de aplanamiento de las heroicidades domésticas, finalmente le devolverá a quien ose negarlas su cara feroz doblemente pesada por la demora producida por no haber querido saber en el momento primero. Y las implicancias son amplias, porque no sólo es una lucha (perdida) entre disciplinas de la salud, tiene consecuencias ontológicas en el plano político y mediático.

Néstor vivió desoyendo los cuidados que le sugerían sus médicos, esa cartilla del buen vivir y la buena salud que se inventó hace poco.  50 años atrás no existía, antes milanesa con huevo frito y papa frita era el menú para crecer sano. La prescripción de mesura  e ir hacia atrás es el equivalente a lo políticamente correcto, a las formas automáticas de la obstrucción. ¿Alguien podría decir que Néstor no fue feliz? Ya sabemos cuál puede ser el desenlace de dejarse guiar por el fuego,  ubicarse de un lado u otro de la raya no sólo nos convierte en pacientes de una u otra disciplina sino en ciudadanos de uno u otro lado de los partidos políticos.
Sufrir tiene una dimensión ética-política.
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A la hora señalada


Como la familia se negó a la difusión del parte médico los medios tuvieron que contentarse con el ágil taxista que sólo se dio cuenta después de que le cayera un cuerpo sobre su auto y habiendo salvado su vida por un pelito, que si no hubiese sucedido eso, el no estaría abrazando a su hija esa tarde. Y no lo decía porque podría haber muerto, sino porque antes no lo hacía, no la abrazaba. Hay que ver cuánto le dura. Y también hay que esperar y ver cuánto le dura la vida a la mujer que se tiró del piso 23 del hotel de una de las “canciones” del verano.

Es curioso leer los titulares diciendo que la mujer se salvó de milagro, cuando su intención fue todo lo contrario. Imagínense su vida con esto a cuestas. Se dice en algunos foros que todo suicidio es en verdad un asesinato, Lacan lo concibió alguna vez algo así como el arquetipo de un verdadero acto, el único quizás, ya que es con total independencia de los demás y ciertamente sin miramientos. Hay suicidios en todas las estructuras que entiende el psicoanálisis. El neurótico se suicida por un error de cálculo, el verdadero suicida no encuentra obstáculos en su acto, lo hace sin más. Y nadie detiene a un suicida. Aun sabiendo esto es imposible no sentir culpa si quien lo comete es un amigo o familiar.

Los motivos y significados podrán existir pero sólo los conoce el actor, los datos que dan color al hecho son conjeturas, ¿Por qué un hotel?, ¿Por qué ese piso y no otro? Sólo ella lo sabrá. La pregunta es al borde, al abismo al que se lanza una persona en esos segundos de transición -de la manera que sean-. La casuística dice que en general los suicidios femeninos son más dóciles, los cuerpos no suelen sufren evisceraciones, es decir: pastillas a montones. En cambio los hombres suelen tomar el escenario por las astas y explotar: ahorcados, tiros, saltos (dejarse caer). Este caso entra en los percentiles alejados, pero cerca de las multitudes.

Los libros cuentan los sufrimientos inabordables de aquellos que encontraron una salida -¿malograda?- suicidándose. Desde la inmersión al océano de Alfonsina, el gas de Plath, el tiro de Kurt, de Allende, Hemingway, y la lista sigue y no es la idea enumerar.

Mirar nietzscheamente al abismo un tiempo está bien, se lo recomiendo a todo el mundo, pero hay que retirarse antes de quedar atrapado ante esa mirada sin ojos, no se trata de valentía y su contrario, tampoco de moral porque ya nadie se mata por la castidad (por suerte) de su hermana. Pero como dijo Ricardo Mollo en su manifiesto –sin saberlo- anti posmodernista, “no es poesía ver la carne transpirar”, asi que respeto por los caídos y lo dejo a usted lector arreglándoselas con sus y las imágenes y todo lo que no sé y no he dicho en este puñetazo.

Pero lo que si se es que para los neuróticos con tener algo por qué vivir los mantiene un poco más  a resguardo de las pistolas, las sogas y los campanarios.
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Lolita


¿Recordar la fecha en la que todo comenzó o en la que todo terminó? Una división meridiana. Los feriados no se ponen de acuerdo, las personas oscilan según sus constelaciones y sus objetos. Que un país celebre la vida o la muerte de un prócer no es lo mismo. Es conocida la fascinación por la capitulación, pero ¿luego qué? Seguir viviendo sin tu amor canta Spinetta. Es la experiencia que llega después de varios finales, pero ¿qué? La experiencia es un peine que te dan cuando te quedaste pelado dijo Bonavena. Es decir que sirve y no sirve, todas las veces es a la vez la primera y la última vez.

¿Pero qué hay en ese punto perdido, fijo, que tanto atrae a algunos? ¿Qué es lo que siente Humbert Humbert? ¿Amor? ¿Melancolía? ¿Perversión? Esta vez no jugaré a la hermenéutica salvaje que tanto me gusta, pero hay que recordar ese breve comentario al inicio del libro que divide las aguas y que sin él no se puede entender nada. Antes de Lolita existió otra, sin ella no podría haber existido, una marca primera donde la segunda fue a pararse. Ese punto fijo de atracción desesperante que lleva a alguien a inquietar a los demás.  En la pileta que quería meterse Humbert había agua, sin dudas, sólo que él ya era otro nadador y ese fantasma tenía otras sábanas, la pasión de la ignorancia. ¡Las cosas que se pueden hacer en nombre de obtener el olvido! Las marcas primeras (ignoradas) que mueven los barcos que llevan a los puertos que llevan a las anclas.

Lolita puede vaciarse y ser una cartera. Pero no quería escribir sobre Lolita, solamente quería escribir, parado desde la desembocadura del río. 

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Elogio de la sombra

Recuerdo a Victor Hugo allá lejos, principio de los noventas gritando ante cada gol de Ortega un emotivo “¡Jujuy! ¡Viva el fútbol!”.  Tenía que esperar hasta la noche para ver si ese gol había sido tan bueno como decía VH o exageraba. Un poco y un poco. Siempre aborrecí a River y a Boca por distintos motivos, pero eso no me cegaba de poder apreciar el fútbol de los distintos. Y esa palabra va bien para referirse al buyito en un par de sentidos. Su gambeta y frenos endemoniados lo llevó al mundial 94 cuando todavía no sabía hablar (era distinto).

Se suele decir que algunos deportistas tienen algo extra, una especie de llama interna que los lleva a dar y a hacer cosas que la mayoría no puede, y allí reside parte de su unicidad. Y la llama, como el pharmakon (al mismo tiempo la cura y el veneno, todo depende de la dosis) es entonces lo mismo que te eleva y que te hunde dependiendo de muchas cosas, y para un deportista, de la flecha del tiempo.

Ortega fue deportado a All Boys, un club inclusivo al parecer (todos los chicos) ya que ya había aceptado al jugador más despreciable, vende humo y sin talento comprobado de Fabbiani entre sus filas y acaba de readmitir al retirado Bartelt, un fugaz pelilargo goleador de Lanús que jugó en ¡la Roma! Quizás Ariel siempre fue borracho, no lo se, pero el cuerpo a los 20 es distinto que a los 36, eso se cae de maduro. Y si tu talento depende de tu físico y la llama te quema tanto que tenés que tomar mucho para apagarla; entonces se complica. Ortega es uno de los últimos exponentes de un fútbol argentino donde coexistieron muchos y buenos futbolistas al mismo tiempo (la Bruja Berti, Vitamina Sánchez, el Conde Galetto, la Vieja Moreno, Diego Bustos, etc.) y donde los tipos de mayor edad tenían privilegios de algún tipo en sus clubes. Se sabe que Francescoli fumaba y no iba a entrenar los lunes, para nombrar un solo ejemplo. Ahora en cambio, al máximo ídolo de un club importante se lo exilia a un club muy menor por no querer hacerse cargo. Es un caso complicado, sobre todo porque ya no marca la diferencia en la cancha y sale en la sección policiales del diario, pero  vamos ¿Cuán careta se puede ser? Un técnico que hacía años que no dirigía fútbol profesional y un presidente que tomaba la de Menem (Leer  “Yo soy el 10”, divertido libro del capo máximo) y evadía impuestos. Si de ser botones se trata, no se salva nadie en el fobal.

Es triste verlo apartado del lugar donde quiere estar porque un tipo vestido de traje italiano como Simeone, JJ o Passarella son más puristas que el Papa cuando dicen que un grupo de trabajo necesita orden y reglas claras, cuando Ortega todavía debe ser el ídolo de un par de jugadores riverplatenses. Son burros, no saben nada de tótems.

Que lo echen de Sampdoria porque salía de joda con Caté y Gastón Córdoba está bien, que lo echen de Valencia porque salía con Romario está bien, que lo vayan de Turquía por vaya uno a saber que cosa está bien, pero bueno, no sé, los familiares también traicionan, de estas bajezas está poblado el mundo y el fútbol, recordemos la cámara de América 24 que lo estaba esperando a la salida de un boliche para escracharlo y luego no paradójicamente el dueño de ese canal se lo llevó a Mendoza para que jugara en su club, so pretexto de ayudarlo con su adicción.

En fin, no lo jodan, no quiere ni puede dejar de jugar o chupar. Le quedan un par de gambetas y eso es bastante más que lo que nos da la mayoría.

¡Viva el fútbol!

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Fitzcarraldo

 
Una amiga decía como al pasar, sin vanidad,  sin registrarlo del todo, que no recordaba haber sido rechazada por un hombre. Ella no sabía que luego y por supuesto lo sería por uno muy significativo, quizás el más –para ella- de aquel momento. Yo le decía que se estaba perdiendo de mucho, le faltaba la experiencia radical de la derrota, el rechazo y con suerte las nuevas cadenas de pensamientos. Ella prefería no tenerla, y en un punto no la culpo. Pero la cuestión es que no se trata de quererla o no, llegará y también tendrá unos ojos. La fantasía cubre la realidad. Cuando llegó en esa forma de hueco y vacío fue terrible. Quienes estamos advertidos desde demasiado temprano; hay que decirlo, una mínima ventaja llevamos (¡descenso incluido! ¡6 a 1 con Bolivia!).

Fitzcarraldo lo sabía, o lo sabía a medias, o no quería saberlo, lo mismo da. La pasión de (en) su ignorancia lo llevó hasta el extremo, una demencial convicción, un deseo pujaba en múltiples formas por concretarse. Y decimos que el deseo no se presenta nunca de manera transparente.

Fitz, amante de la Opera desea construir su teatro en el Perú amazónico luego de un gran fracaso en otro negocio. Con la plata de su chica (la hermosa Claudia Cardinale) compra unas tierras ricas en caucho para explotar, aunque inaccesibles. Sin importarle eso, con las burlas de sus conocidos y agoreros a cuesta decide comprar un barco, restaurarlo, contratar unos tripulantes borders y zarpar rio arriba hacia las tierras que nadie se había atrevido. 
 

No sólo era el río el peligro, sino los nativos achica cabezas. Pero supera ese escollo y se los pone de su lado para realizar un acto de proporción amazónica. Y justamente se llevó puesto el Amazonas, lo taló, puso explosivos, hizo un desastre más grande que la historia real en la que se basa la película, pasa que en 1982 no existía la Ecología. De todas maneras al genio de Kinski y Herzog mucho no le interesaba. (Nota de color: cuentan que uno de los actores le preguntó a Herzog si quería que asesinara a Kinski por él, pero dijo que no porque lo necesitaba para continuar la película.)

No digo más, véanla (está en Taringa)  y podrán ser espectadores  del punto oscuro que mueve a cualquier persona más allá de lo que diga su conciencia y de lo que crea saber, ese punto ciego en el retrovisor que todos tenemos y que necesitamos conocer para no chocar tan seguido.

Fitzcarraldo fue múltiplemente rechazado en lo superficial, pero lo atravesó y quedó advertido.
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