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El artista

"There's a solitary man crying, "Hold me."
It's only because he's a-lonely
If the keeper of time runs slowly
He won't be alive for long!
"

The card cheat. The Clash


Había llegado un rato antes a esa esquina de la calle Cerviño. Ya el calor comenzaba a azotar Buenos Aires como lo hace en Enero.  El hombro humedecido por una de las tiras de la mochila. Me senté en la vereda a esperar. Vi pasar al hijo sin talento de una reconocida actriz (cuyo homónimo hace poner de pie a todos los letrados) que se había olvidado su campera rosa chicle furioso en una herboristería –asumí-. A pesar del sopor y el incipiente malhumor que crecía en mi después de una intensa jornada laboral, me pude regocijar por unos instantes porque yo sabía algo sobre él, que el no.
Duró poco y volví al calor. ¿Cuántos días habré pasado sentado en el cordón de una vereda? Ese asiento me era familiar. Arriba, una música que aun no se ha inventado salía por las ventanas. Mientras tanto, pensaba en cómo había tardado tanto en tomar para leer Operación Masacre, y en cómo Walsh había llegado antes que Capote y que Mailer, y cómo yo había llegado antes que ella.

Subimos. No pude avanzar más allá del distribuidor. Unas piernas nos habían saludado y alguien se acercó a hablarle. Aproveché  y me retiré un metro para no tener que interactuar. Las miradas que barrían la entrada –y que chocaban con la mía- nos ubicaron con naturalidad a cada uno en el lugar que cree debe ocupar. Noté que los pantalones de varios hombres no tenían bolsillos, ellos notaron que yo llevaba una mochila grande y desgastada, yo noté que habían estado trabajando horas en sus cabellos y en su vello facial, y ellos que yo no –tanto-. De repente esta pregunta me ocupó toda la mente: “¿Qué hizo esta gente durante el día?” eran las 7 y media de la tarde y al menos yo, había puesto en marcha el modo Iorio: “a mi el chaqueño no me sirve, los Nocheros… no me sirven”.

Bajé a esperar al cordón. Los fusilados de José León Suárez corrían en dirección al coqueto hospital en el que meses atrás me habían dado un derivado de morfina porque no podía caminar del dolor.
Ella bajó enseguida, por suerte se había dado cuenta que era todo una gran pavada. Como entendió Arthur Cravan en 1914: “dentro de poco sólo se verán artistas por la calle y será dificilisimo encontrar un hombre”. Vivir para recortarse un bigote me sabe a poco, vivir para ver vivir a los otros, menos.
Aquí debería comenzar una reflexión trasnochada acerca del arte, del arte que se produce desde y reproduce para los sectores que apuestan al dólar, un arte endogámico. Pero no lo haré, no porque no quiera, sino porque no se y prefiero marcar el lugar del golpe.

En alguna casa en este momento (y en todos) alguien se angustia porque sabe que está solo y no quiere comer, en otro lado alguien –con razón- se burla de esto (y de esto), y mientras hablamos y somos parte de esta ficción, los muertos se mueren de sed.

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