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Pulp sucede


Si  William Faulkner pudiera cantar, probablemente lo haría como Jarvis Cocker.  Si Leonard Cohen pudiera bailar, probablemente lo haría como Jarvis Cocker. Pero nadie lo hace como Jarvis Cocker. Ni Jarvis Cocker. 

Si en el principio estuvo el verbo, este tuvo la forma de un imperativo: cantá.

Ayer  Pulp enfrentó la noche lunar con la certeza de lo único: que era ese momento y nunca más. No hubo un hasta pronto, hubo agradecimiento y entrega total. La entrega heroica que solo un puñado de escritores de rock de británico han alcanzado. 

La batería de canciones  imbatibles de sus tres discos más festejados (His n´hers, Different Class, This is hardcore), un colado del último y un par de lados b, llenaron como uppercuts el lugar donde en 1965 Bonavena irrumpió en la escena grande del boxeo argentino al ganarle por puntos al Goyo Peralta. Los mismos puntos y deletreadas maravillosas con que se puede componer un estribillo.

Siento afinidad con la genealogía, con la condensación, con el intento de desarmar lo-mismo, lo ya dicho y decirlo de nuevo pero de otra manera, que es también una forma de decir otra cosa. Por eso los artistas tienen algo en algún momento, que no todos tenemos. Todos hemos tenido un peor momento de nuestras vidas, pero no todos hemos escrito This is hardcore. 

Escribo a un día de un acontecimiento. Pensar el lugar que Pulp ocupa en la historia del rock mundial no es relevante. ¿Pero por qué no cerrás la puerta y corrés las cortinas? Porque no irás a ningún lado. 

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