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Nuestro Vietnam

 


Nuestros abuelos tuvieron el primer peronismo y la segunda guerra mundial. Nuestros padres el peronismo terminal y dos dictaduras sanguinarias. Nosotros tenemos, bueno, una de las tantas cepas del peronismo y una pandemia.


Si alguien creyó que algo bueno saldría de todo esto, es evidente que no había estado prestando atención. Nuestra imaginación no tenia registro que podía suceder lo que está sucediendo. El pensamiento tiene una cualidad performática única: hacer que suceda lo que se piensa, prever lo que puede acontecer, hacer de la nada todo.


La definición tradicional de lo traumático es una metáfora económica: tiene que ver con la incapacidad de absorber, asimilar o prever un suceso, el desborde rompe con nuestra capacidad de aguante y de pensar lo vivido, todo se descualifica.


Un  paso más allá: lo traumático se cuenta frío en un segundo momento, el famoso a posteriori. Quien haya resistido mentalmente el 2020 sin volverse muy loco es porque estaba preparado desde antes para hacerlo, no fueron las series o la familia (el peor escenario). El problema –paradójicamente- se avecina ahora: no alcanza saber de qué se trata, no alcanza con cuidarse. Hay que hacerlo, se necesita un poco de subjetividades perro grande moldeadas al calor de la escasez, de la solidaridad, de la ternura, porque cuando escuches que un arcángel guaraní está tocando el arpa en la habitación de al lado; todo habrá sido vano, hecho de saliva y sangre.


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