Trémulo de pavor, siéntete bravo

".Nadie pierde (repites vanamente)
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente
para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra..."
"1964". Borges
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente
para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra..."
"1964". Borges
Llega fin de año y con éste una especie de devoción por hacer balances/resúmenes del número que hemos transitado, una suerte de subibaja que le interesa mucho más que a los que hacen tiempo en sus trabajos, los que esperan para pagar en Edelap y a los supuestos participantes en estas contiendas.
Con el fin de año llega otra curiosa conducta: el optimismo por lo que vendrá. Hasta el más paria y más “evidentemente” derrotado en múltiples planos de su vida se ve tentado de sentir o verse forzado a compartir un sentimiento de optimismo y esperanza por los días venideros. Llega el año a sus últimas hojas y algunos mecanismos se ponen en acción para borrar lo malo y mirar hacia delante con prístinos ojos de buenaventura. Leonard Cohen por el contrario canta: “I´ve seen the future brother, it is murder” (The Future). Pero no es la regla. Es admirable presenciar en acción a aquellos incansables que creen spinetteamente que “mañana es mejor”.
En un capítulo de los Simpsons; cuando Marge logra superar un miedo a ya no recuerdo que; sale corriendo a gritárselo a la ciudad, pasa por el asilo de ancianos donde desde la vereda el abuelo Simpson la escucha decir que ya no tiene miedo y reflexiona: “eso porque no estás prestando atención”.
Hay cosas que es mejor no saber, sin dudas, lo podemos intentar pero sobre todo tenemos el inconsciente y la represión que nos salvan de que los días puedan ser aun más insoportables. No es pesimismo, no es cinismo, no es derrota. Tampoco es lo contrario, no hay muchos motivos para ser optimista. El amor de los amados debería bastar. El resto se (des) encaja como Tetris. Si este año no fue malo, que el próximo sea parecido.
¿Para qué escuchar de boca del delantero de Racing que el delantero de mi equipo no estaba roto sino que le había saltado el dóping ? No quiero saber, que el futuro como ingobernable que es, sorprenda con sus disyunciones y complejidades, ¿Qué es el confort y la seguridad cuando no hay nadie con quien hablar? Ayer escuchaba a Mercedes Sosa contar en una entrevista; el día que estuvo a punto de tirarse del piso 13 mientras escuchaba poseída Libertango (del genial Piazzolla, el Bielsa de los tangueros), privada en el exilio del contacto con su público y privada de su objeto más preciado, su voz. Cuenta que cuando –por ruego de su hijo- dejó de escuchar la canción, desistió de tirarse.
La metáfora del horizonte es la que sostiene al optimista -y al no tanto-, caminar aunque sabe que nunca llegará. No está mal, de hecho es la condición para seguir en la vida, pero hay un nosequé de credulidad dificil de asimilar.
Debe ser que el optimista no tiene pasta para la tragedia.
Con el fin de año llega otra curiosa conducta: el optimismo por lo que vendrá. Hasta el más paria y más “evidentemente” derrotado en múltiples planos de su vida se ve tentado de sentir o verse forzado a compartir un sentimiento de optimismo y esperanza por los días venideros. Llega el año a sus últimas hojas y algunos mecanismos se ponen en acción para borrar lo malo y mirar hacia delante con prístinos ojos de buenaventura. Leonard Cohen por el contrario canta: “I´ve seen the future brother, it is murder” (The Future). Pero no es la regla. Es admirable presenciar en acción a aquellos incansables que creen spinetteamente que “mañana es mejor”.
En un capítulo de los Simpsons; cuando Marge logra superar un miedo a ya no recuerdo que; sale corriendo a gritárselo a la ciudad, pasa por el asilo de ancianos donde desde la vereda el abuelo Simpson la escucha decir que ya no tiene miedo y reflexiona: “eso porque no estás prestando atención”.
Hay cosas que es mejor no saber, sin dudas, lo podemos intentar pero sobre todo tenemos el inconsciente y la represión que nos salvan de que los días puedan ser aun más insoportables. No es pesimismo, no es cinismo, no es derrota. Tampoco es lo contrario, no hay muchos motivos para ser optimista. El amor de los amados debería bastar. El resto se (des) encaja como Tetris. Si este año no fue malo, que el próximo sea parecido.
¿Para qué escuchar de boca del delantero de Racing que el delantero de mi equipo no estaba roto sino que le había saltado el dóping ? No quiero saber, que el futuro como ingobernable que es, sorprenda con sus disyunciones y complejidades, ¿Qué es el confort y la seguridad cuando no hay nadie con quien hablar? Ayer escuchaba a Mercedes Sosa contar en una entrevista; el día que estuvo a punto de tirarse del piso 13 mientras escuchaba poseída Libertango (del genial Piazzolla, el Bielsa de los tangueros), privada en el exilio del contacto con su público y privada de su objeto más preciado, su voz. Cuenta que cuando –por ruego de su hijo- dejó de escuchar la canción, desistió de tirarse.
La metáfora del horizonte es la que sostiene al optimista -y al no tanto-, caminar aunque sabe que nunca llegará. No está mal, de hecho es la condición para seguir en la vida, pero hay un nosequé de credulidad dificil de asimilar.
Debe ser que el optimista no tiene pasta para la tragedia.