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Brown sugar

Felipe Colombo había alcanzado las primeras planas luego de encajar 82 puntos a los Globetrotters en la primera derrota del equipo de Harlem en toda su historia. Antes del partido, en el vestuario; Felipe había sido contactado por Graham Barone, polifacético levantador de apuestas que había trabajado con algunos tenistas rusos y atletas cubanos.

Como es sabido, los Globetrotters no pierden. Esa noche desplegaron su repertorio de súper jugadas, pases con el codo, rondós, fli flas, y todo lo que se puedan imaginar. Lo que nadie tenía en cuenta era el espíritu competitivo del desconocido colombiano que había sido presentado por el DT de los Juárez Sparrings, Salvador Gaviria Jr. Jr. la semana anterior.

El primer cuarto había terminado empatado en 35, con 15 puntos de Colombo, producto de 5 escandalosos triples casi desde la mitad de la cancha. Ante la mirada absorta de sus compañeros, el ímpetu –y espectacularidad- del colombiano se negaban a ser la cenicienta del espectáculo. Para el final de la primera mitad del juego, los Juárez Sparrings lideraban el juego por 7 puntos, con ¡40 de Colombo! Para ese entonces, los demás jugadores –ninguno había superado el nivel universitario- al darse cuenta que algo pasaba, decidieron hacer aún más evidente sus limitaciones y dejaban a los Globetrotters realizar las jugadas más inverosímiles que uno pueda imaginarse.

El final del tercer cuarto encontró a los Juárez ganando por 15 puntos, con ¡55! de la revelación colombiana, que para ese entonces también había acumulado 22 rebotes, 8 tapas y 1 asistencia. El murmullo crecía en la tribuna, algunos personajes de extraña apariencia hablaban muy nerviosos por celular, hacían grandes gestos de indignación y se iban acercando de a poco al borde de la cancha.

Faltando 2 minutos para la finalización del partido, la televisión pidió un tiempo muerto. Para sorpresa de Colombo, al llegar al banco de suplentes no se encontró con su DT sino con Bob “the knife” Evans, el legendario Bob Evans –no lo sabría nunca- que le dijo sin más: “what´s wrong with ya´ brown fucking sugar? Stop scoring or i´ll cut your throat” (algo así como: “¿Qué te pasa cafetero? Déjá de anotar o te corto el cuello”). Colombo, que no sabía inglés pero entendía de lenguaje corporal, sintió tal miedo que pensó en obedecer, dejar de anotar, pero eso le traería un gran inconveniente con Barone.

Terminado el tiempo muerto, Colombo levantó la vista y pudo ver detrás del banco de suplentes, cómo Barone hacía el inequívoco gesto de que le cortaría el cuello si dejaba de anotar, esto es, haciendo el bamboleo del “no” con las manos, luego el de tirar al aro, para pasar finalmente al que se dibuja pasando repetida y ferozmente el dedo índice en sentido horizontal sobre el cuello. En 10 segundos había sido amenazado de muerte dos veces.

El partido estaba 150 a 149 a favor de los Nashville, Colombo tenía la última bola en su mano gracias a haber peleado el rebote entre sus 4 compañeros y todos los rivales. La tensión entre ellos, entre los oponentes, el público y los comentadores podía pesarse con una balanza antigua. Colombo llegó a la media luna y se vio triple marcado –dos eran sus propios compañeros- así que decidió regresar, otra vez dos jugadores le cerraron el paso, corrió hasta la esquina frente a su banco librándose de 7 jugadores, cuadró sus brazos para el lanzamiento ante el 8, 7, 6 del reloj de posesión; cuando desde los límites del campo de juego, haciendo uso de su apodo y fama bien ganada, el cuchillo de Bob Evans se hundió en su cuello.


En Generación Dorada

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El corazón del campeón


Después de haber alcanzado las 8 medallas de oro en las olimpiadas del año pasado, un tiempo después se colaron en internet unas fotos donde se lo veía a Michael Phelps fumando de una pipa de agua que aparentemente tenía marihuana. Tiene 24 años, es millonario (con la natación, sí) y se relajó, pero los grandes deportistas llaman la atención de tal manera que la gente disfruta tanto de verlos hacer su gracia; como de caer. Y la prensa yanqui le cayó con todo, lo acusaron de drogadicto y de mal ejemplo para los jóvenes. Tuvo que salir a pedir perdón por su comportamiento privado (“Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden público, ni perjudiquen a tercero, están reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados” dice al menos nuestra Constitución) y estuvo varios meses suspendido sin poder competir. Tuvo un bajón anímico y dejó de entrenar un tiempo hasta que las aguas se calmaron un poco y cumplió la “pena”.

En estos días se está desarrollando el mundial de natación en Italia, donde se había generado una gran expectativa en torno a su participación. Ayer salió segundo en los 200 libres, carrera en la que ostentaba el récord mundial, récord que quebró el que le ganó. Nuevamente la prensa le cayó con todo y especuló acerca del principio de su caída. Phelps admitió no estar en su mejor forma por falta de meses de entrenamiento.

Hace un rato tenía que correr la final de los 200 mariposa, donde también tiene el record mundial. La prensa se preguntaba qué pasaría con Phelps, si podría volver a ganar la prueba ante adversarios de gran nivel. En la carrera anterior esta falta de entrenamiento no lo había dejado rematar en los 50 finales.

Esta vez salió con todo, en el pasaje de los primeros 50 metros ya estaba casi medio segundo por debajo del mismovque hizo cuando hizo el record. Hoy ganó y bajó su propia marca mundial terminando la carrera en una forma poco habitual, quedándole la pared medio cerca, una brazada sin extensión completa, lo cual es signo de un mal cálculo propiciado por el ansia de gloria.

Recordé la frase del entrenador de los Houston Rockets cuando le preguntaron si la serie estaba terminada en su contra, y el dijo: “Never understimate the heart of a champion” (nunca subestimes el corazón de un campeón).

Phelps, aun sin estar en plenas condiciones, pudo con ese extra que sólo tienen 1 o 2 por disciplina, mostrar una vez más por qué es el mejor nadador de todos los tiempos.
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Hipótesis demenciales I



La mecánica de la sección es la siguiente: se toma una frase cualquiera dicha por quien me venga en ganas y a partir de ahí, con cierta independencia de su biografía (que están hechas para la policía) comienza una hermenéutica salvaje sin bordes ni contrastación posible.

La primera la tiene a la bella Marilyn Monroe como protagonista, y la frase es la siguiente: consultada por un periodista ante qué era lo que más le gustaba, ella dijo: “Un whisky antes, un cigarrillo después”. Esta respuesta la leo a la letra, nada de metáfora. La hipótesis es: Marilyn no disfrutaba el sexo.

De que haya sido el icono sexual más importante de su época no se deriva nada. Sabemos a que se refiere, los que hayan pasado por esa situación y los que no, saben que se refiere ahí abajo, a lo que tiene tantos nombres y en el momento del montaje de la escena ancestral, las palabras se reducen hasta ser puro sonido o balbuceo. También las/los hay que pueden hablar y tener una dicción que envidiarían poder tenerla en algún final oral. Sea de una u otra manera, se requiere del armado de una escena, y ésta como trato de subrayar seguido, es bien fija. Nada más fijo que una fantasía. Cuando algo no se da, cuando los elementos están corridos de su lugar acontecen las más variadas situaciones que vuelven el frágil encuentro entre dos (o más) personas; irrealizable. Basta un comentario “al pasar”, una mirada detenida demasiado tiempo en un lugar para correr el eje.

Es una escena que se construye para ser narrada, sobre todo en las mujeres. Y Marilyn le pone claramente los límites: antes un whisky, después un cigarrillo. En el medio, eso que no le resultaba tan importante. La historia de Marilyn es trágica desde el principio, su padre no la reconoció, su apellido se lo dio el segundo marido de su madre. Al poco tiempo su madre la abandonó. A los 16 años se casó para salir del orfelinato. Comenzó a trabajar de modelo, luego en el cine.

Cuenta Marilyn (ya siendo Marilyn y no más Norma Jean Baker) que cuando tenía ataques de angustia imparables; la calmaba desvestirse y mirarse desnuda ante el espejo (el whisky antes, el cigarrillo después). Era muy importante para ella sentirse mirada, reconocida como una bella mujer. No es que sea tan lineal, pero las marcas de la historia son las marcas de la historia. Este cuerpo se sostenía con las miradas de los otros y aún sola por la suya propia atrapada en el espejo. Y en esa dialéctica de atraparse y atrapar miradas cayeron el campeón del béisbol americano, el máximo dramaturgo americano, el presidente de USA, su hermano y sigue la cuenta.

¿Qué tenía Marilyn para que todos fueran a beber a su arroyo?

Yo digo, entre otras cosas, un gran desapego por el sexo. Porque antes está el whisky, después el cigarrillo y mientras; en su puño una nación y generaciones que esperaban ver –con las manos ocupadas- el fruto que escondía esa pollera que irregularmente levantaba el viento.


“No me importa vivir en un mundo de hombres, siempre que pueda ser una mujer en él”. También se la escuchó decir.
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Fútbol analógico, recuerdos digitales

Éramos 8 varones hablando de muchas cosas, recortaré la sección Deportes. Hablábamos de fútbol y básquet de entre 10 y 15 años atrás. Intercambiamos datos como si hubiésemos estado ahí, que Marcelo Espina fue el primer capitán de la selección de Basile, que no entendíamos cómo Luc Longley y Bill Wellington habían formado parte de los multicampeones Chicago Bulls, de los jugadores rubios de Boca (Boldrini y Giuntini), las anécdotas más inverosímiles (pero reales) de partidos de fútbol que no conocíamos. En general sabíamos de qué estábamos hablando, aunque lo más interesante era ver cómo entre todos íbamos construyendo la historia que se estaba contando, cada uno sabía algo que el otro no.

Por estos días se valoriza a los especialistas en cualquier cosa, se busca a alguien probo en lo que sea (¡Weddings planners!) más allá de las verdaderas necesidades o lo dudoso de su campo de acción. Mientras cada uno con su historia a cuestas ayudaba a reconstruir grandes equipos de fútbol argentino, comportamientos privados de los jugadores, chistes y datos incomprobables (pero verosímiles) pensaba en las revistas deportivas que cada uno se compraba de chico.

El que seguía la campaña de Loma Negra sabe cosas que los que seguíamos a Ruiz Moreno en el Deportivo Roca no sabemos, los hinchas de River podían defender el equipo del 96 con fundamento, el de Boca… el de Boca estaba tan tranquilo con su “xeneixitud” que apenas se metía en la conversación, amparándose en la línea de volantes campeones conformada por Traverso, Serna y el juega-finales Villarreal.

Antes el acceso a la información era más complicado; creo que esa cuota de esfuerzo ha incidido en que ahora tengamos a disposición sin esfuerzo esos recuerdos de cuando teníamos entre 10 y 15 años. Hoy cualquiera puede leer el Olé y saber las mismas cosas que otro casi sin esfuerzo, no hace falta ir más allá. Quizás se puede consultar alguna página especializada. En mi caso ya no ansío la llegada todos los meses de la revista de Básquet que me compraba mi madre cuando era un niño y podía conocer a Vinny del Negro y leer sobre Moses Malone o Kevin Mc Hale.

Hay un factor innegable que es una marca de estos días que es la velocidad de los cambios. Un equipo no dura más que un campeonato, las formaciones no se pueden repetir dos partidos seguidos y por ende no se pueden recordar los nombres. La melancolía por la falta de buenos jugadores era notable, no estamos diciendo grandes jugadores, sino buenos, como por ejemplo Coudet, Garrafa (qepd) y Carrario. No hay que irse muy atrás, tan sólo hace 7 años el fútbol argentino era muchísimo mejor y sabíamos todas las formaciones. ¡Entre los que estábamos pudimos reconstruir casi por completo el equipo de Deportivo Español con Catalano al arco!

Es fuerte la sensación de que mientras más información disponible hay, menos sabemos. Las librerías de calle Corrientes están llenas de increíbles revistas de deportes a tan sólo 2 pesos. Me gusta pensar que la ironía del destino les ha conseguido un buen lugar para existir, mientras el diario se ha ganado el refrán de ser rápidamente un viejo inútil y desechable (no tengo nada contra los diarios, de hecho tengo un amigo que es).
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Pretty girls make graves

Este es un corto de 2007 dirigido por Wes Anderson que en el cine lo daban antes de Darjeeling Limited. Tiene la particularidad de que podemos prescindir de él y ver la película, pero si lo vemos, nos da una pista más sobre uno de los personajes. El corto se llama Hotel Chevalier, la acción se desarrolla en París. Si no lo vieron, acá pongo los links de las dos partes del mismo que está en Youtube (sin subs, sorry)

Parte I

Parte II

Ahora si, sigo con mi perorata. Citaré partes del diálogo entre ellos con comentarios.

Ella –que no llegamos a saber su nombre, no es casual, ver post anterior- logra ubicar a Jack en un hotel de París, el duda un instante en si recibirla o no, pero accede. Se cambia y prepara una canción. Cuando ella llega, comienza a sonar Where do you go to my lovely de Peter Sarsted (“Hablás como Marlene Dietrich/ y bailás como Zizi Jeanmaire/toda tu ropa está hecha por Balmain/ y hay diamantes y perlas en tu cabello…”) que pone todos los nombres propios que faltan (de paso, esa canción es el embrión de Common People de Pulp).

-¿Qué es esa música? Pregunta ella.

Se abrazan, ella quiere besarlo y el corre la cara. Sin hablar, ella revisa sus cosas y va se lava los dientes con el cepillo de él en el gesto más íntimo –y de demostración de poder- del corto. Luego llega el servicio a la habitación y comienzan a besarse. Van al cuarto y el comienza a desnudarla. Ella tiene unos evidentes moretones que él no ve.

-¿Te acostaste con alguien? Pregunta ella mientras se arrodilla.
-No,¿ y vos?
- …
-No
-Esa fue una larga pausa.
-Creo que realmente no importa.
-No, no importa.

Se recuestan en la cama y el advierte los moretones y se lo dice. Ella lo besa; y en el éxtasis del ejercicio de su poder, dice:

-Pase lo que pase, no quiero perderte como mi amigo.
-Te lo prometo, nunca seré tu amigo, no importa qué. Nunca.
-Si cogemos me sentiré para la mierda mañana.
-Por mi está bien.

Ella termina de desvestirse y sigue:

-Te amo, nunca te lastime a propósito.
-No me importa- contesta el.

Se abrazan, vuelve la canción.

-¿Querés ver mi vista de París?
-Ok.

La canción es la protagonista, todo lo que él ya no puede decirle está ahí, agotó sus propias palabras, sus esfuerzos ya no tienen lugar y por más que la conozca probablemente como nadie, a ella no la conmueve. Está advertido, tiene que hacer eso que hace en la película o se hundirá en su propio fantasma. Ella es una excusa, un bluff, una invención, un bolo.

La anticipación del escarbadiente es su sutil e inútil venganza .


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Tu nombre no es una palabra

El nombre existe en al menos dos estados. El primero, cuando el de alguien aún nos es desconocido e irrelevante; está ahí en el mundo haciendo sus cosas; representando a cualquiera y miles a la vez, siendo deformado según los usos del lugar donde habita y su peso en una familia. En este primer momento, el nombre es una palabra –cualquiera- que apenas nos dice algo; tras las letras que lo conforman se esconde una historia y una vida que ignoramos. La historia del nombre es tan extensa y con tantas vueltas que puede ser un lugar inextricable. Un nombre precede a nuestra existencia, a veces desde antes de la gestación, incluso se puede remontar muchísimo más atrás, a la nena que jugaba con su muñeca llamada Liliana y luego –represión mediante- sin saber bien por qué le pone ese nombre demodé que tanto le gusta a una niña nacida en el 2001.

Este es el primer estado, el de la indiferencia y la mera representación. Para entrar al segundo se necesitan varias condiciones que estemos advertidos o no; son bastante fijas. Por ejemplo, conoces a alguien que inmediatamente te cae muy bien, te resulta atractiva/o y querés saber más, tenés un deseo irrefrenable de meterla entre tus sábanas y llevarle el desayuno a la cama pero cuando le preguntas el nombre, tiene 25 años y se llama Liliana. El atractivo tambalea, al menos en este estado del nombre donde aún es sólo una palabra y las condiciones de lo amable están bien fijas en el personaje que uno mismo se ha construido con el tiempo.

Si no hay cambios y cierta flexibilidad, no podés pensar en Liliana como objeto de amor -si como de deseo porque se lo podés quitar- pero en ese ejercicio de evadirte del mundo y mezclarte con su vida, Liliana pone una traba.

Algunas variables tienen que modificarse para que dejemos de lado las mañas y los yeites y este nombre deje de ser una palabra y pase a ser el objeto irrepresentable. “Antes de conocerte no era nada, Li-lia-na”, “Tu nombre me sabe a hierba, oh Marta de mis días”, “Cruzaría a nado el Atlántico por vos, Roxana”.

El nombre deja de ser una palabra y se convierte en algo que se ha mezclado con nosotros, piensen en sus relaciones de pareja, seguramente el nombre del otro o está velado o es usado en contadas ocasiones y reemplazado por cualquier otra denominación, excepto en los momentos de tensión o enojo, donde hay un placer en hacer presentes todas las letras y uno siente que le retiran el amor, que hacen de su nombre otra vez una simple palabra.
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Aquellos de los que no hablamos

Hace un par de meses, contemplando los libros en cola que tenía para leer, y no pudiendo decidirme por ninguno, decidí agarrar uno que está quietito en mi biblioteca desde hacía años. Lo leí cuando tenía 15 o 16 ,y en aquel momento me voló la cabeza, desde su prólogo incendiario hasta su fecha de finalización de escritura, supuestamente dos días después de haberlo comenzado.

El olor a libro viejo lo precedía, me anticipaba algunas sensaciones que ya había vivido con tan sólo tocarlo. Comencé a leer y en las primeras páginas nomás sentí la fuerza contraria a todo lo que había sentido 10 años atrás, para decirlo llanamente: me aburría mucho. Le di otra chance con algunas páginas más pero no hubo caso, tuve que dejarlo con la sensación de abandonar a una chica hermosa pero insoportable.

Sin dudas el libro sigue siendo igual de bueno, él no ha cambiado (recuerdo la frase de Groucho: “Disculpe si no lo reconocí, es que he cambiado mucho”) y ciertamente no tiene la culpa, pero en honor al recuerdo, y para preservarlo tuve que dejarlo antes de que lo lastimara.

No quiero ni decir su nombre, como si fuese un tabú que al tan solo nombrarlo, gracias a la fuerza del animismo podría provocar algo malo en algún lugar. En la misma línea, cuando leí el primer libro de Bukowski a los 18 años me pareció muy divertido y profundo, todo el bluff de tomar hasta caer y cogerse minitas esconde otra cosa que no es lo que la mayoría rescata, porque un borracho no tiene mérito –aunque hay que tener coraje para ser uno- si no tiene algo más o menos interesante para decir. Por suerte estaban en casa todos los libros de Charles, en su polémica traducción gallega, que me los devoré en cuestión de meses como lo haría un buen adicto. Fui conociendo otros escritores hasta llegar a uno de los más grandes de la literatura americana que sin dudas es Norman Mailer. Otra vez tuve la suerte de tener a mano dos o tres libros para empezar a leer, después los fui comprando de a poco. Si existieran autos que fuesen propulsados por el poder de la mente, el de Norman sería de los más rápidos y el de mayor autonomía de viaje.

Tuve la misma sensación ahora, mientras más leía a Mailer, menos me gustaba Bukowski, o al menos el recuerdo que de él tenía. Otra vez era mi culpa. Escuché a alguien, o leí, -lo mismo es-, aconsejar cohelianamente (seguro es una cita que desconozco) que no hay que regresar a los lugares donde uno fue feliz o la pasó bien –esto me parece mejor-. Es fácil darse cuenta que no funciona así, por algo uno tiene que luchar para no volver a intentar encamarse con la chica que tanto le desgastó la cabeza y tanto gozo proporcionó. No se puede volver de domingo a martes, lo sabemos y no lo queremos saber. Funciona distinto para cada uno, a algunos la imposibilidad los motiva, a otros los paraliza y a otros, después de un tiempo de intentar hacer funcionar las cosas como un tetris, los termina aburriendo.

Para Lacan, lo Real en un momento de su enseñanza, es lo que vuelve siempre al mismo lugar. Y la repetición va de la mano con él; hay mecanismos y maneras de volver a domingo desde martes, de reencontrarse con aquella que uno quiso tanto en otro tiempo, de insistir en lo evidentemente perdido, pero hay que estar advertido de las nuevas coordenadas, Bukowski no dará el mismo placer, el río se volvió más ancho y más profundo, si la jugamos de pata de lana no se puede llamarla y mi equipo es grande pero pelea promociones.

Hay lugares inhabitables.

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Fue Cobos, Mónica.

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Hamaca


Tuve que ir a votar otro año a la facultad. Otro dia de horror civico. Quién haya sufrido esas colas y esa forma papelistica-en-mano tratando de convencerte para que los votes cuando faltan 2 metros para entrar al cuarto oscuro me ahorra describir cuán escandalosa es.

Hoy bajo el abrasador calor de cual haya sido el piso en el que me encontraba pude divertirme rechazando todos los papeles con propuestas, todos los petitorios por firmar diciendo que ya los habia firmado y negándome a hablar con ellos con una sóla frase: “no gracias, estoy en veda electoral”, y ante la insistencia de qué me parecía no se que cosa, poder repetir: “no voy a hablar” y ante la tercera requisitoria del mismo primate, “no curso más, gracias”, todo sin dejar de sonreir. Aunque ahora recuerdo que hablé con uno que hizo referencias a las bicicletas de mi remera mientras respondía un mensaje a una invitación de una preciosura que estaba frente a mi casa hamacando a su sobrina.

6/11/08
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Bocha de la gente

El miércoles pasé a buscarlo a las 20 Hs por la dependencia pública dónde cada día pone la cultura de la Provincia un poco más de pie. Saludó efusivamente a los choferes que no le dieron bola pero pareció no importarle. Lo notaba raro, hicimos una cuadra y se dio cuenta que se había olvidado la gorra en la oficina, supongo que por ahí venía mi sensación. Fuimos al mercado chino para comprar alimentos no perecederos para canjear luego por entradas de rock.

-“Compremos una” sugirió.

Lo hicimos. Fuimos a la plaza San Martín a sentarnos en un banco cerca de unos malabaristas.

-Allá están los cobanis- dijo mientras daba rosca a la punta del envase de la marca reptil, en dos acciones tan naturales que delimitaron el terreno amigo del que no lo es.

Lo llamaron de la radio para hacer su salida diaria hablando de su otra pasión, el basket. Contó sobre el nuevo extranjero de Gimnasia, de que venía cortado de no sé donde y... “los extranjeros cobran entre 6 mil y 13 mil dólares, este es uno de 6 mil” aseveró sin que le temblara la voz.
Llegó un amigo a sumarse para la segunda de litro, esta vez con ticket para devolver el envase. Seguimos hablando de basket. Nos cruzamos para ver el show (obviaremos toda esta parte). Terminó la primer banda, no nos interesaba la segunda así que sugirió: “vamos a tomar otra”. Y fuimos. Entró al kiosko y lo atendió un anciano que le encajó la cerveza so called “Báltica”.

-¿por qué trajiste esa? -Lo increpé.
-y bueee ya fue. -Contestó.

Caminamos detrás de la pequeña pared que hay en pasaje, el Bocha comandaba la fila de 3, cerveza en mano cuando de golpe metió el pie de lleno en un gran agujero que había en el piso, saliendo ileso su tobillo y la Báltica.

-Es tu día Didí -le dije.

Unos segundos después el amigo tercero dice: “mirá ahí atrás, Bielsa”. Nos dimos vuelta y así era, pero el Bielsa político, hincha de Ñuls como el Bocha (el primero quiere sacar al único presidente de facto que existe en el país en un club, llamado López). El Bocha se da vuelta y con la Báltica en una mano y la otra en alto en claro gesto justicialista le dice:

-¡Grande Rafael!

Este a su vez se da vuelta y responde con otro saludo. No contento con la interacción, el Bocha agrega:

-¡Hay que sacar a López de Ñuls eh!
-Estamos viendo, estamos viendo –contestó Rafael sin detenerse y sin dejar de sonreir.

El Bocha se volvió hacia nosotros con la sonrisa de un niño luego de haber cumplido con su deber cívico.

-Hoy es tu día Bocha -le dije mientras la sonrisa le molestaba para beber de la botella.

25/10/08
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Parque Patricios


El viernes mi entrevistado estaba en Parque Patricios. Mismo ejercicio: Dirección y Guia-T. Muchos espacios verdes hasta llegar a la casa del pibe. De ahí debe venir la parte del nombre (“parque”). Mi pequeña obsesión para los lugares nuevos en capital consiste en leer el recorrido calle a calle que hace el bondi hasta donde me tengo que bajar. En este caso era cuando Jujuy se hace Colonia. El bondi fue más rápido de lo que suponía. Me bajé un par de cuadras más adelante de lo que debía, en el camino vi que la línea H me dejaba más o menos a la misma distancia. Bajé del bondi, 9.30 pm, otra vez nadie en las calles. Esta vez el recorrido era más fácil, no tenía que mirar la guía ni tomar taxi, pero todavía faltaba media hora y estaba a pocas cuadras. Recordé como un imbécil esos cuadraditos verdes en el mapa, hacia ellos me dirigía. Liniers había estado fulero, la “Quema” por ese lado estaba tranquilo, calles de empedrados cortaban las avenidas.
Llegué al bendito Parque, hacia ambos lados vegetación y tenue iluminación, paradas de bondis y poca gente esperándolos. Del otro lado del Parque unos kioskos. Me saqué los auriculares como esperando tener interacción social de algún tipo. Hacia la mitad del Parque aparece un amigo:

-¿monedas amigo?
-¿Qué? (en serio no había escuchado, lo anterior es reconstrucción)
-monedas
-si, tomá. –saqué un par que tenía en el bolsillo delantero.
-eh, dame más monedas.
-paraaaa, que tengo que volverme en bondi yo.
-tenés razón amigo, gracias.

Me puse los auriculares y seguí caminando, todavía faltaban 15 minutos para tocar el timbre. Caminé por unas callecitas que harían el deleite de los fotógrafos con Flickr, barrio plateado por la luna...

“Barrio... barrio... que tenés el alma inquieta de un gorrión sentimental.
Penas... ruegos... Es todo el barrio malevo melodía de arrabal.
Viejo... barrio... perdoná que al evocarte se me pianta un lagrimon.
Que al rodar en tu empedrao es un beso prolongao que te da mi corazon.”
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Señor

Un chico en sus jóvenes 20s esperaba afuera del edificio bajo la lluvia, yo que estaba por salir le digo:

- ¿pasas?
- si. Gracias señor.

Lo miré de costado. “Señor”. Esa palabra quedó resonando en mi. ¿Qué le hace decir a alguien unos 4-5 años menor que uno, a uno que lleva los pelos revueltos y buzo de gimnasia, “señor”?. Ya en la calle recordé sus gafas Rivers Cuomo, su incipiente bigote y su corte de cabello militar y pensé que era un nabo. En realidad no llovía tanto, ¿por qué estaba tan mojado? La auto percepción es muy engañosa, es más, casi siempre los demás tienen razón sobre uno, pero ¿y este pibe?. Su concepción de lo que es un “señor” en esta época se ubica a dos desvíos estándar de la media.
Cuando volví de comprar unas cosas para la cena ya no estaba por ahí, quizás ya había cometido su crimen y yo sin saberlo ahora era cómplice por haberle abierto la puerta a un desconocido. Si ese era el caso, un asesino tendría ahora ser mi amigo, de tal manera que no todo fue pérdida. No, no lo fue, porque recordé la canción de Dylan con ese nombre y me la puse escuchar y me olvidé del asesinato.
Y pensar que dudé de él y le dije Cuomo, pensar también que le dije Clavados, debo haber parecido un idiota.


Señor
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El homenaje demorado

Hace ya varios meses, nos encontrábamos con la señorita B. en una plaza céntrica de la ciudad. Antes de entrar a ver la exposición de dibujos de Dalí, la señorita B. insistía fervientemente que antes de entrar, debía entablar contacto físico y espiritual con Mc Onion. Así que sacó de su cartera una aún más pequeña que contenía el cuerpo de Mc Onion. Paranoica como es, no estaba segura de dónde debía darle fuego a esa seda. Le dije que yo le avisaría si alguien venía. Habiendo dicho eso, la señorita B. comenzó a relacionarse con su religión. Unos segundos después, de entre unos arbustos salen dos bici policías, yo los veo venir y disimuladamente le digo: “la cana” mientras abría grandes los ojos y hacía un gesto pendular con mi cabeza. En ese momento ella se sacó la ostia de la boca y la puso en su mano, cerrando su puño y consumiendo de esa manera el fuego. Yo que tenía una cámara de fotos en la mano, me le acerqué y farfullé algunas cosas haciendo como que algo muy importante sucedía. Los polis pasaron por al lado y no dijeron nada. La señorita B. tuvo un breve ataque de nervios y la escuché decir muchas hipérboles y palabras relacionadas con la Justicia.

Un poco más calmada (y con su mano ampollada) nos dirigimos al edificio que tenía la muestra e intentamos pagar menos de lo que debíamos, pero como no teníamos las credenciales que nos acreditaran como estudiantes o jubilados, pagamos como gente común. La muestra en general era medio mala, salvo por unos dibujos geniales y algunas frases. A la salida vimos que en otra sala había una exposición de un pintor argentino que no recuerdo el nombre, que estaba buenísima y nos puso de buen humor.

Esa noche le dije a la señorita B. que ese gesto de varón ante los polis había sido muy seductor y que se había ganado mi respeto por bastante tiempo.

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3 preguntas a Mailer


La estrecha relación entre la violencia y la mentalidad masculina (hombres en combate, hombres en ring de box, hombres en un bar pegándose botellazos en la cara) siempre a sido una constante en usted, ¿no?.

-Puede que sí, pero eso fue porque pensaba que me había asomado al mundo siendo demasiado blando. Para empezar no fui un buen soldado. Lo he dicho antes: en un escuadrón de doce hombres, yo habré sido el tercero o cuarto empleado de abajo. De modo que salí del ejército con muchas pequeñas heridas en mi ego. Y cuando publiqué "Los desnudos y los muertos" y tuve ese éxito enorme, sentí que no me lo merecía. Así que, a partir de ahí, me dediqué a reconstruir mi personalidad. Llegué a esas conclusiones bajo la poderosa influencia analítica de la marihuana. Porque hay dos cosas de las que me jacto en la vida, una de ellas es que nunca me psicoanalicé, cosa que me da un raro orgullo. La otra es haberme autoanalizado, con marihuana. Porque si uno es un egomaníaco tiene que ser capaz de autoanalizarse. Y así se vuelve una bendición ser egomaníaco. En caso contrario es una enfermedad. Gracias a la marihuana, finalmente entendí cómo rehacer mi psiquis, que es la razón por la cual la gente se psicoanaliza.


Se suele ver a Estados Unidos en esos términos, como un país en permanente necesidad de demostrar lo que es capaz de hacer...

-¿Un problema de machismo? Bueno, en este país hasta las feministas actúan como hombres, como hombres patéticos, esa clase de tipos que dicen que se oponen a toda forma de violencia. Ya sabe a lo que me refiero: esa clase de gente que se le tira a uno encima, pero rastreramente, sin vigor, sin honor. Este es un país que cree que ha ganado toda guerra en la que entró, sea Vietnam o la Guerra Fría... Pero ningún norteamericano está dispuesto a enfrentar la más profunda de las contradicciones de Estados Unidos: que somos una nación cristiana. ¿Se le ocurre algún país más moralista que éste? Y, al mismo tiempo, somos los archipracticantes del capitalismo. Es decir de la codicia. Todos queremos tener más dinero que el vecino , aunque no tengamos la menor idea de qué hacer con ese dinero.


¿Hay alguien en la Izquierda a quien respete o admire?

-Hay gente que me gusta, pero no se me ocurre nadie a quien seguir para aprender algo. Dios, ya he perdido la mitad de mi cerebro, y si para interpretar algo tengo que seguir dependiendo de mi propio pensamiento... ¡en que triste estado está el mundo! (... ) Cuando uno empieza a escribir, cuando uno es joven, el terror mayor radica en que la idea de que la gente lea tu libro y venga a matarte. Por eso Salman Rushie nos afectó tan profundamente. Por fin alguien escribía un libro por el que iban a matarlo. Pero lo que uno descubre escribiendo es que no: nunca pasa nada. Uno escribe sus libros y dice cosas terribles, pero nadie llama a tu puerta para decirte: "estás en problemas. Vas a sangrar por esto". Nunca, así que el segundo horror es que lo que uno escribe no importa. Y ese horror es aún mayor. Después de todo, con el primero, tal vez uno podía ponerse a la altura de las circunstancias, ser más heroico de lo que creía ser. Pero el segundo es simplemente el desastre absoluto: lo que escribo no importa. Entonces uno trata de resistir, de no caer en ese mar muerto y putrefacto de la inanición... Por la cultura vale la pena correr grandes, grandes riesgos. Por la sencilla razón de que, sin cultura, somos bestias totalitarias. El nuevo mundo de la tecnología nos induce a ser totalitarios. Lo que nos promete la tecnología es que todos podemos ser freaks del control: que el mundo es nuestro para dominarlo. Después de trabajar seis horas frente a una computadora fluorescente ya no nos quedan sentidos: ése es el trueque. "Yo doy mis sentidos, dénme sólo el control sobre mi entorno", parece decir la gente. Y lo único que todavía resiste es la cultura. Incluso me atrevería a decir que la cultura es lo único que nos preserva del totalitarismo. Pero la cultura es más que un cd rom. Es ir a una librería o una biblioteca y encontrar un viejo libro en un estante perdido y descubrir que tal vez nadie lo haya pedido en cinco años, y que eso forma parte de su virtud: esa pátina de pasado. La pequeña comunión que se produce entre el libro y uno es lo que está desapareciendo.
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Risa en la oscuridad

Albinus, un respetable crítico de arte, conoce a Margot, una mujer mucho más joven que él que trabaja como acomodadora en un cine y sueña con ser actriz. Albinus queda prendado con sus encantos, abandona a su mujer e hija para fugarse con ella. Al poco tiempo irrumpe una tercera persona: Axel Rex, un joven artista rebosante de talento y cinismo que ha sido amante de Margot. Devorado por los celos, en un rapto de locura, un día Albinus sufre un accidente con el auto y queda ciego. Decide retirarse a una casa aislada en la montaña para tener tranquilidad. Margot decide acompañarlo. Lo que Albinus no sabe es que Axel también decide acompañarlo. Axel hace el amor con Margot y se pasea desnudo desafiante (y bamboleante) delante de Albinus, que oye pasos extraños y siente que algo no anda bien. Sin duda.
Una breve y muy cruel novela de este capo ruso, no exenta de su refinado humor y amor por las tragedias griegas.
Celosos, paranoicos: abstenerse. Tramposos y perversitos: harán abdominales mentales por un tiempo.
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Sorry babe

Cuenta la nieta de Alfred Hitchcock en el material extra de unas de sus películas (To catch a thief) que, entusiasmada con la profesión (y fama) de su abuelo, decidió hacer un curso en una universidad acerca de la obra de éste. En determinado momento le dieron una tarea que consistía en analizar la trama de una de sus películas y extraer conclusiones acerca de qué había querido decir en tal o cual escena. La nieta le pidió ayuda a su abuelo y éste entusiasmado se puso a escribir, haciendo casi todo él mismo.
La nieta entregó el escrito y volvió a los días con las correcciones y la nota: el trabajo había sido aprobado con la calificación más baja. Ella estaba confundida e indignada, Alfred al verla le dijo: “lo siento cariño, hice lo mejor que pude”.
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Mashenka (Nabokov)


Ganin decía que sólo podía enamorarse de una mujer que tuviese un nombre con mucho cuerpo, y “Mashenka” sonaba robusto. Ganin estaba viviendo exilado en una pensión de Alemania, atrás había dejado su Rusia natal. El exilado por la fuerza desarrolla una melancolía sin precedentes. Ganin la sufría y también la sufría en inversa: extrañaba los lugares que aún no conocía, por eso quizás viajaba constantemente. En la pensión vivía con otros rusos en igual condición, uno de ellos un ex laureado poeta que esperaba la visita de su mujer para el sábado. Hablando con este sujeto al que Ganin despreciaba, se da cuenta que la mujer que está por venir es Mashenka, su amor de adolescencia, su amor de un verano de campamento en el que creyó amarla como a nadie. Siguió viéndola por algunos años pero se enamoraba y desenamoraba constante sin mediar mucha explicación. Mashenka le escribía al frente de batalla y la reciprocidad de las cartas lo hacían mantenerse vital. Mashenka hubiese dado su vida por él, pero éste a su regreso ya no la quería. Luego pasaron muchos años sin comunicación y Ganin (que era un Casanovas) cuando pensaba en la corporeidad del amor, sólo podía remitirlo a ella. Pero cuando estaba con ella de golpe sentía que no era ella la indicada.

Ahora en Alemania, tras la noticia de su venida, no entendía cómo podía haber dejado de ver a Mashenka, cómo había perdido su tiempo deambulando con pasaportes falsos por Europa buscándose en pensiones de mala muerte, teniendo novias que detestaba. En la madrugada del sábado, los bailarines que vivían en la pensión organizaron una fiesta para celebrar la llegada de la mujer del poeta y la ida de Ganin (que la había anunciado unos días antes). Ganin se ocupó de que el emocionado marido se emborrachara y lo puso a dormir, no sin antes ponerle el despertador a las 11 de mañana (ella llegaba a las 8). Ya todos durmiendo, Ganin con el pecho inflado de futuro se dirigió con sus maletas a la estación de trenes para esperarla, pero todavía faltaba una hora y media, mientras tanto se entretenía viendo a los obreros de la construcción pasarse los ladrillos volando, la regularidad de ese proceso le daba una curiosa calma. “El amarillo andamiaje de madera estaba mucho más vivo que el más vivo de los sueños centrados en el pasado. Mientras Ganin contemplaba el esqueleto del tejado en el etéreo cielo, comprendió con implacable claridad que sus relaciones con Mashenka habían terminado para siempre. Habían durado cuatro días, cuatro días que quizás habían sido los más felices de su vida. Pero ahora que sus recuerdos se habían acabado, se sentía saciados de ellos, y la imagen de Mashenka, juntamente con la del poeta agonizante, quedaba ya encerrada en aquella morada de fantasmas que, ahora, también se había convertido en recuerdo. Salvo en esta imagen, Mashenka no existía ni podía existir.”

Ganin esperó que el tren cruzara su posición, se levantó, se tomó un taxi y se fue al otro extremo de la ciudad para irse en sentido opuesto al de Mashenka, gastó un cuarto de toda la plata que le quedaba en ese pasaje y con agradable excitación pensaba que cruzaría la frontera sin necesidad de visa, Francia y el mar lo esperaban.
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Manteca


En el primer round, Ringo lo tiró 2 veces a Frazier. Después perdió por puntos.
A Ali le aguantó los 15 rounds hasta que tuvo que salir a buscar el KO y cayó 3 veces (la única en su larga carrera).
El Gráfico (cuyo jingle alargando la “o” fue creado por Dolina) le preguntó acerca de la pelea de Ali vs Frazier y el bueno de Ringo dijo entre otras cosas:


"De los varios millones de tipos que andamos con vida por el mundo, sólo unos poquitos –acaso no más de media docena- hemos tenido la oportunidad, la suerte y la desgracia de encontrarnos con ambos negros sobre el ring. Todos los demás, por mucho que sepan de boxeo o por muy metidos que estén en los entretelones de este deporte, tocan bastante de oído".

"Conozco a entrenadores, a promotores o a periodistas que pasan su vida en los gimnasios. Pero, para saber en definitiva cuáles son los complejos o las grandezas de un pugilista no hay nada mejor que haberlo espiado, analizado o soportado desde arriba mismo del escenario", opinó.

"Si yo tuviese que pelear ahora con cualquiera de ellos no tardaría ni un segundo en decidirme por el fallo: ¡Gana Bonavena!".
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Love minus zero


La primera vez que fui a Montevideo hace ya algunos años, lo hice en uno de los peores barcos disponibles (el más lento y barato), uno que salía desde Tigre llamado “Cacciola”. Fue un mal día para el debut, las aguas estaban enfurecidas y el pequeño barco no brindada confianza ni estabilidad. Agregándole color al viaje, un ascendente grupo de cumbia interactuaba ruidosamente a nuestro lado.

Mientras nos alejábamos de las costas de Tigre pensaba: “si nos hundimos, llego nadando”. A veces lo comentaba con mis compañeros de viaje. Paulatinamente nos alejábamos un poco más y les preguntaba a cuánto pensaban que estábamos de la costa. “Unos 3000 metros” dijo uno. “Llego” pensé yo, “me saco toda la ropa, pongo un punto fijo y le doy. Llego”. Jamás se me ocurrió pensar en si había botes de emergencia (seguro no los había o no funcionaban), si pensaba en los salvavidas, que esos quedaran para los que no supieran nadar. “Si pasa, te tenés que sacar la ropa porque te pesa y te hunde” le dije a uno de los chicos, mientras me pedía que dejara de hacer esas conjeturas, como si el hecho de decirlas propiciara la catástrofe.

La costa estaba pequeña y yo le calculaba que estábamos a unos 7000 metros de distancia. “Si a veces nadábamos eso en un día, pero no se, no se si llego, por el oleaje y el frío. Hay más chances de sobrevivir nadando que esperando acá quién sabe a quien o cuánto”.
Un rato después oscureció y estar en cubierta no era recomendable. El agua se había vuelto negra y nada de lo que había pensado tenía asidero, nada. A lo sumo ese pasado me ayudaría a ser uno de los últimos en morir.

Afortunadamente las siguientes veces que tuvimos que viajar cambiamos de empresa y de servicio, fuimos en un buque grande que llevaba autos y extranjeros que quizás hacían las mismas conjeturas que yo hice en la Cacciola, ¿quién sabe?. Me dejé de molestar a la gente y de pensar esas cosas (mientras veíamos a Federer en el televisor) para dejar paso al precioso e indeleble recuerdo de las épocas en que junto a mis amigos de la pileta volvíamos nadando los 2500 metros que separaban los acantilados del Mari Menuco de su costa.
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Del asesinato considerado como una de las bellas artes


En este libro de 1827 (compuesto por un par de artículos: “Confesiones de un inglés comedor de opio”, una conferencia en la “Asociación de Conocedores del Asesino” y algunas ampliaciones en sucesivas reediciones) Thomas de Quincey se burla risueñamente de la morbosa curiosidad que despiertan los sucesos sangrientos de la época. Hace un recorrido por el arte del asesinato desde la antigüedad hasta las atrocidades de sus contemporáneos, abordándo con mucho refinamiento e ironía las infamias que se cuenta página a página.

El crimen para De Quincey es reprobable cuando aún es un proyecto, cuando no se ha realizado, pero una vez que se ha consumado y ya es inevitable debe ser juzgado según sus “méritos” estéticos. Así si alguien es asesinado de un garrotazo en la cabeza no tiene mucha gracia, la sangre es para la gilada, pero si el crimen es planeado, la situación estudiada y la concreción silenciosa y de ser posible infame, la cosa cambia. Decía que el hombre refinado debía buscar el detalle elegante que convierta al asesinato en una verdadera obra de arte.

En el Post Scriptum de 1854 describe metódicamente los asesinatos cometidos por un tal John Williams en 1812 y por los hermanos M'Kean (siempre los irlandeses haciéndose amigos) en las proximidades de Manchester. En esta ocasión De Quincey no hace mucha humorada ni ironía contra el morbo enfermizo, sólo se trata del relato descarnado de varias atrocidades. Pero a decir verdad recoge un poco el guante y suaviza el asunto porque como era de esperar a la mayoría de la sociedad ni le parecía chistoso ni inteligente ni nada de nada. Aunque si le pareció mucho a los surrealistas y a Borges.

“Uno empieza por permitirse un asesinato, pronto no le dará importancia al robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente.”

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