Desatormentándonos

 


Tener fe en la humanidad ha pasado de moda. Tener fe ha pasado de moda. Al menos de la manera moderna en la que los +40s tenían fe. Sin embargo la oferta de tótems y becerros de oros es vasta, personalizada y clickeable. Sobre la base de pensar la distinción original/fotocopia un artista hermético ha escrito la mitad de su obra.

Yo, que dejé de escribir porque hay mucho para leer y poco para decir, comparto la unánime soledad que los maradoneanos sentimos. Pero lejos de cualquier arrebato sentimental que lleve a pensar que todo esto servirá para algo –al igual que la pospandemia-, no creo que cambie demasiado la manera de vivir, de cuidarse, de pensar el ejercicio de la ternura y el respeto que ejerce la sociedad. Asistimos a afiebradas declaraciones –yo incluido- cuando vemos camisetas rivales abrazarse, cuando vemos a quienes no lo vieron llorar por aquello que desconocen. Pero no será.


 Las personas raramente cambian sus formas de comportarse, más bien acentúan lo que ya han hecho y es comprensible, son las estrategias de supervivencia. Lo que para un tercero puede ser el infierno, para quien lo realiza puede ser el automatismo que lo conduce hacia el final. Ni la terapia ni la religión garantizan un volantazo.


Si somos un programa que corre en el hardware de nuestro cuerpo, pero no podemos abrazar e instalar las actualizaciones, estamos condenados a quedarnos con lo implantado originariamente, dando así  lugar a la idea de una homotecia estructural que restringe toda posibilidad de cambio y reconfiguración.


¿Quién fue Diego en su deriva cósmica?  ¿Hace cuánto no estaba dentro de sí aquél que fue? ¿Por qué se fueron apagando la multitud de voces que lo habitaban hasta volverse una interjección hablante? ¿qué Diego nos privamos de ver? ¿Por qué habría de despedirse en paz y ordenadamente y no con represión, impotencia, multitudes y balas de goma?


Eeehhhhhhhhhhhhhh.



0 comentarios:

Publicar un comentario