Encerrado afuera


No encuentro mejor expresión que esa para definir la situación de quedarme afuera de mi casa sin las llaves. Un oxímoron no puede explicarse, al igual que un chiste, si lo hacemos pierde su fuerza. Tenía el tiempo justo para pasar a comprarle un regalo a mi hermana por todos los favores que me había hecho y llegar a la terminal a horario para tomarme el micro y no llegar tarde a ese lugar al que no se puede llegar tarde.

Tenía otras llaves además de las mías en mi casa –las de otra- y eso desató la pequeña desgracia. Ese puñado de bronce es idéntico al mío en cantidad de llaves y en que no tienen llavero.

Salí del departamento y cuando quise abrir la puerta que da a la calle noté que había agarrado las llaves equivocadas. Maldije. Probé con esas sin suerte. Intenté abrirla con una tarjeta – ¡como había podido en otra puerta! pero obviamente no abrió. El tiempo me corría. Llamé al encargado, no atendía. Se me ocurrió pedirle a mi vecina que me dejara pasar a su patio y desde ahí saltar al mío para ver si por esas casualidades desde la ventana podía ver las llaves sobre la mesa. Me atendió y me dejó pasar incluso sin reconocerme del todo. Tardó un minuto en darse cuenta que era su vecino, su octogenario marido me trataba de usted –ella no-. Ella fue muy amable y me puso una silla para que pudiera saltar. Me sentí un niño trepando paredones y saltando entre hierros, cables, muebles y abriendo ventanas. Esa agilidad de trepar árboles no se olvida con facilidad.

No hubo suerte, no veía la llave por ningún lado y la señora desde el otro lado me hablaba sin cesar y yo no quería dejar de responderle, pero no le entendía que me decía. Desistí y volví a saltar el paredón. La mujer me decía que ya mis hermanos y mi padre ya habían saltado el paredón una vez cuando yo no estaba para hacer no se que cosa. Estaba equivocada, a la tercera vez que lo recordó le dije que yo era un inquilino, que no tenía nada que ver con los dueños. Salí agradecido y con los pantalones manchados, en Recoleta me esperaba un tipo que se viste con chaleco todos los días.

Salí decidido a hacerme robar por un cerrajero para que abriera mi puerta, pero por suerte encontré al encargado amigo. Le conté lo que había pasado y que era la primera vez en tres años que me sucedía. Se acercó y con un destornillador la abrió en menos de un minuto. Incrédulo le dije que qué fácil había sido y que muchas gracias, el contestó que no siempre había sido encargado y que me convenía estar en buenos términos con él. Reímos y me pidió como devolución de favores cambio en monedas para el colectivo.

Ya dentro de casa las llaves seguían sin aparecer. Mientras había estado afuera me había fijado en mis bolsillos para ver si no las tenía, en el bolso, nuevamente en los bolsillos y estaba convencido de que estaban en el interior del departamento, pero yo estaba ahí y seguían sin aparecer y tenía cosas por hacer y cada vez menos tiempo. Fui a la habitación, volví y nada. Volví a revisarme los bolsillos y por primera vez sentí un bultito en el bolsillo trasero, detrás de la billetera. Ahí estaban, habían estado todo el tiempo en mi periplo de búsqueda y yo sin notarlo.

Me sentí bastante idiota y salí apurado, alcancé a contarle al encargado y éste rió junto al del edificio de junto. Finalmente pude comprar el regalo y llegué exactamente al límite de la hora que podía llegar a ese piso de Recoleta.

Ahora bien, esto me hizo pensar un rato. Por un lado está mi “olvido” de las llaves, durante un tiempo las pensé encerradas dentro de mi casa, aunque no estuvieran. Por el otro, yo nunca las olvido ni las pongo en el bolsillo trasero, pero hubo algo que actuó como una disrupción y generó el “olvido”, y yo digo que eso mismo tiene ni más ni menos que la estructura de un lapsus, es decir, una formación del inconsciente, y una radical experiencia del mismo, es decir: no saber que lo que sabemos. Y ya siguiendo a Lacan, cuando rodeado de estudiantes de Filosofía le preguntaron por la ontología del inconsciente, si éste era del orden del ser o del no ser, el muy pícaro dijo que era del orden de lo no realizado.

Y para Lacan el inconsciente no tiene ninguna profundidad, está en la superficie y aparece en los huecos, en las irrupciones del discurso o en por ejemplo un olvido, el inconsciente es pulsátil, se abre, se cierra y no pide permiso.

Dejo para mi las múltiples cadenas asociativas que luego pude darme cuenta que convergen en esas llaves, en esas puertas, en esos días, en esos viajes, en esas terminales, en el conjuro sutil de sus manos.



7 comentarios:

val | 17 de noviembre de 2009, 17:17

jAJjJAAAA MIS llaves Lis!!! perdón!
Me recordó algo, tuve una vivencia muy parecida de adolescente:
yo volvía a mi casa borracha en año nuevo, 9:30 am, con mi amiga Sol, la más tonta de todas.
No queria tocar timbre porque era MUY tarde/temprano, entonces decidí trepar el paredón que da al patio y entrar por una ventana. Le indico a Sol que me espere ahi en la puerta que luego le abriría. Salto el paredón, rompo vestido, raspo rodilla, sigo. Entro por la unica ventana abierta, la de mi hermana (en ese entonces baterista) que tenia sus trastes frente a la ventana. La piso, me caigo arriba, suena el redoblante, platillo. Pedal en la canilla (sin exagerar nada eh). Mi hermana ni fu ni fa, dormida como un tronco, probablemente acostda diez minutos antes. Sigo por el pasillo voy al living.... veo a Sol sentada en el sillon riendose sin parar, tapandose la boca. Conclusión: mi hermana habia llegado más borracha que nosotras, habia entrado y sin más dejó las llaves puestas del lado de afuera...

chupate esa mandarina!

ah, ayer la perdí en la cancha, y una chica preguntando "alguien perdió una llave??" casi la abrazo.
val

arlequín | 17 de noviembre de 2009, 19:28

Buenísima historia. Pero creo que la de esta muchacha ganó...
Cuántas veces me habrá pasado eso. Y cuántas otras pasa al revés, de tener esa especie de epifanía reveladora muy breve y pensar debería o no debería hacer tal cosa. Y que sucede varias veces pero se va rápido como vino. Y después, cuando ya es tarde, me doy cuenta que debería (o no) haber hecho tal cosa.
Muy interesante el blog
Saludos!

Joakkin | 18 de noviembre de 2009, 0:13

Yo voy por mi cuarto juego de llaves.Me las olvidé tantas veces que no podría contarlas,y en no menos de 15 lugares.Cuando salgo siempre llego a la puerta sin ellas, y repito como un loro día tras día: - Pará,me olvido las llaves.Lo raro es que siempre están en un lugar diferente: arriba de la cama,del sillón,del escritorio,al lado de la PC,en la mesada de la cocina,en el bolsillo y el peor caso ha sido tenerlas en la mano,con el llavero de la bola 7 - pesado e incómodo- y todo.
Es muy curioso el tema de los olvidos;yo soy de los peores,he ido a la escuela sin mochila,perdí buzos y remeras,dejo el celular en cualquier casa y casi siempre salgo desabrigado por olvidarme la campera.Y lo otro extraño es que recuerdo números y nombres de manera que a veces me asombra: el otro día recordé el número de una pizzería que había leido en un volante una sola vez,y de eso hacía 2 semanas!La memoria hace lo que le pinta.

Lisandro Capdevila | 18 de noviembre de 2009, 6:47

Val, tu historia es mucho mejor que la mía, y en lo único que pienso es en la canonización de Alberto!

Mar: el dicho popular de cocodrilo que duerme es cartera se aplica perfectamente.

Angelo: tu caso es opuesto al mío, yo nunca jamás las olvido. La de la escuela sin mochila es buena, y lo de los números hay que verle su utilidad, va por el lado del REDRUM REDRUM que yo te dije alguna vez te va a llegar, ja.

flor | 18 de noviembre de 2009, 6:57

La música le va perfecto a la historia. Hace que tenga la chispa adecuada. Creo, creo, que nunca tuve problemas con las llaves (aunque sí lapsus de todo tipo). Ésta no es la vez que te moriste de frío, ¿no?

Lisandro vos y tus elipsis me van a volver loca de la intriga.


pd. ¿viste todo lo que estuvimos hablando de Dora ayer? Bueno, voy a anotar mi sueño de hoy y veo que en el que soñé la noche del diluvio anoté: "El problema es que estaba Dora, la directora, dando instrucciones y si yo no amortiguaba un poco la fuerza del grupo, íbamos a golpearla, yo iba a chocar con ella".

jejeje.

Lisandro Capdevila | 18 de noviembre de 2009, 13:28

No, la vez que mori de frío fue otra y quizás la escriba más adelante.
Ja, no te enojes! (pero que bueno que lo hagas, significa que dice algo) siempre dejo algo en las sombras, tampoco es un diario íntimo.

jaja, ese sueñario, ese sueñario...

Axel-O-Rama | 20 de noviembre de 2009, 21:44

Experiencia con llaves 1:
-Delbonete.com salgo a comprar algo a la madrugada con Machi. Vuelvo y me doy cuenta que las llaves estaban del otro lado de la puerta. La ventana más cercana estaba a unos 3 metros de altura. Entramos con una tarjeta de crédito (léase una de Sacoa)

-Todos juntos y en familia, día soleado, música y otras hierbas rumbo al parque pereyra a sacar fotos. Pin pun pan, bajamos del auto, pasamano de bolsos, los guardamos en el auto. Llaves dentro de la mochila. Abrimos la puerta con un alambre.

La 22 no abandona.

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