Un elefante se balanceaba
No tenía consigna, sólo una breve indicación de que tenía que hacer un trabajo que diera cuenta de mi paso por el hospital, por aquel Servicio donde me empapé –quizás no sea la mejor elección de palabra- tanto de términos ginecológicos, obstétricos, nutricionales para finalmente poner los pies en el balde que más me interesaba.
El trabajo era parte del cierre formal para tener la papeleta que diera cuenta de mis meses ahí dentro. Tenía que presentarlo y defenderlo. Dos días antes me llama mi tutora pidiéndome que cambie los verbos y los pase a condicional, que edulcore un poco el tono de mis palabras. Lo revisé y tenía razón, había cosas que no hacían al caso y que deberían aparecer como hipótesis, pero ese pedido político de edición me dejó un poco preocupado y esa noche dormí bastante mal.
Lo retoqué, lo bañé con condicionales, fui más condescendiente y lo envié. Mi tutora me dio el visto bueno. Ayer me presenté ante un grupo de 5 médicos que ya habían leído mi trabajo –con las reformas- y que antes solían sonreírme el 80% del tiempo que me miraban. Bueno, sus caras estaban cambiadas y se parecían más a profesores tomándole examen a alguien que sabían que no podían desaprobar aunque quisieran.
Dije que iba dejar las cuestiones personales hacia el final de la exposición y me centraría en el trabajo que había hecho, que constaba en algunas generalidades sobre el trato con adolescentes, sus características, su particular uso del tiempo y luego me centraría en dos puntos que había notado que quizás no funcionaban bien en esos consultorios y en ese trabajo interdisciplinario. “Hipótesis” dije varias veces abriendo el paraguas.
Bueno, hubiese necesitado uno antibalas, porque eso fue lo más leve con lo que me tiraron. Me atacaron con una vehemencia inusitada, como si hubiese tocado una fibra que se pensaba a resguardo y en secreto. En vano traté de explicarme que no se trataban de cuestiones personales, mientras la psicóloga amiga me tiraba sogas todo el tiempo pero no me hundía ni un poco, seguía firme en lo que había dicho, no porque tuviese razón sino porque ellas no me podían escuchar. No me interesa tener una razón o defenderla, casi siempre creo que estoy equivocado, pero verlas tan agresivas sólo me serenaba más y más.
La que primero se retiró me dijo que no nos íbamos a ver más, antes me había dicho que a la nueva rotante la sentía como parte de la familia –en cambio a mi no- y pidió que le explicara por mail porque no había entendido a qué me refería cuando hablaba de los riesgos que acarrea la psicologización de los términos psicológicos, su conversión en vulgata y demás. Me saludó de lejos.
La jefa se quedó para seguir increpándome. Atrás habían quedado las promesas del Hospital de Clínicas con sus amigos y mi referencia a que saber sobre HPB, flujo y demás cuestiones podían ser deserotizantes, que era como saber con qué está hecha la Coca Cola –hasta ahí era adorable-.
Ahora estaba literalmente contra una pared debajo de unos dibujos de estrellas con puntas que un paciente psicótico había hecho y pegado entre frases escritas por él como “una mujer es como una flor, perfuma cada lugar donde va” y unos semi círculos muy lindos.
No podía o no quería entenderme. Alguna gente alrededor se angustiaba ante la situación, la Jefa estaba en la postura: “yo te di un lugar y mirá lo que estás haciendo”. De un momento a otro comenzó a contar una historia acerca de unos pacientes y la conversación derivó en otras cuestiones hasta que la pasaron a buscar y con un indeciso “nos vemos alguna otra vez” se despidió. No me dejó decir todo lo bueno que había visto en esos meses – sólo con cuentagotas lo había filtrado un poco-.
Los que allí quedaron resoplaron aliviados porque el momento se había terminado. Yo no había sufrido más que la impotencia de la incomprensión y la dificultad de la interdisciplina en vivo.
Atrás habían quedado los intentos por decir que una mirada lasciva no es abuso y que no hay que derivar a Psicología porque alguien está triste o angustiado. No necesariamente.
La psicóloga me preguntó “¿Cómo te vas?” y yo como el psicótico de la entrada de Mr. Pink le dije: “en bondi”.
El trabajo era parte del cierre formal para tener la papeleta que diera cuenta de mis meses ahí dentro. Tenía que presentarlo y defenderlo. Dos días antes me llama mi tutora pidiéndome que cambie los verbos y los pase a condicional, que edulcore un poco el tono de mis palabras. Lo revisé y tenía razón, había cosas que no hacían al caso y que deberían aparecer como hipótesis, pero ese pedido político de edición me dejó un poco preocupado y esa noche dormí bastante mal.
Lo retoqué, lo bañé con condicionales, fui más condescendiente y lo envié. Mi tutora me dio el visto bueno. Ayer me presenté ante un grupo de 5 médicos que ya habían leído mi trabajo –con las reformas- y que antes solían sonreírme el 80% del tiempo que me miraban. Bueno, sus caras estaban cambiadas y se parecían más a profesores tomándole examen a alguien que sabían que no podían desaprobar aunque quisieran.
Dije que iba dejar las cuestiones personales hacia el final de la exposición y me centraría en el trabajo que había hecho, que constaba en algunas generalidades sobre el trato con adolescentes, sus características, su particular uso del tiempo y luego me centraría en dos puntos que había notado que quizás no funcionaban bien en esos consultorios y en ese trabajo interdisciplinario. “Hipótesis” dije varias veces abriendo el paraguas.
Bueno, hubiese necesitado uno antibalas, porque eso fue lo más leve con lo que me tiraron. Me atacaron con una vehemencia inusitada, como si hubiese tocado una fibra que se pensaba a resguardo y en secreto. En vano traté de explicarme que no se trataban de cuestiones personales, mientras la psicóloga amiga me tiraba sogas todo el tiempo pero no me hundía ni un poco, seguía firme en lo que había dicho, no porque tuviese razón sino porque ellas no me podían escuchar. No me interesa tener una razón o defenderla, casi siempre creo que estoy equivocado, pero verlas tan agresivas sólo me serenaba más y más.
La que primero se retiró me dijo que no nos íbamos a ver más, antes me había dicho que a la nueva rotante la sentía como parte de la familia –en cambio a mi no- y pidió que le explicara por mail porque no había entendido a qué me refería cuando hablaba de los riesgos que acarrea la psicologización de los términos psicológicos, su conversión en vulgata y demás. Me saludó de lejos.
La jefa se quedó para seguir increpándome. Atrás habían quedado las promesas del Hospital de Clínicas con sus amigos y mi referencia a que saber sobre HPB, flujo y demás cuestiones podían ser deserotizantes, que era como saber con qué está hecha la Coca Cola –hasta ahí era adorable-.
Ahora estaba literalmente contra una pared debajo de unos dibujos de estrellas con puntas que un paciente psicótico había hecho y pegado entre frases escritas por él como “una mujer es como una flor, perfuma cada lugar donde va” y unos semi círculos muy lindos.
No podía o no quería entenderme. Alguna gente alrededor se angustiaba ante la situación, la Jefa estaba en la postura: “yo te di un lugar y mirá lo que estás haciendo”. De un momento a otro comenzó a contar una historia acerca de unos pacientes y la conversación derivó en otras cuestiones hasta que la pasaron a buscar y con un indeciso “nos vemos alguna otra vez” se despidió. No me dejó decir todo lo bueno que había visto en esos meses – sólo con cuentagotas lo había filtrado un poco-.
Los que allí quedaron resoplaron aliviados porque el momento se había terminado. Yo no había sufrido más que la impotencia de la incomprensión y la dificultad de la interdisciplina en vivo.
Atrás habían quedado los intentos por decir que una mirada lasciva no es abuso y que no hay que derivar a Psicología porque alguien está triste o angustiado. No necesariamente.
La psicóloga me preguntó “¿Cómo te vas?” y yo como el psicótico de la entrada de Mr. Pink le dije: “en bondi”.
8 comentarios:
La próxima una metáfora sobre los bondis.
unabomber, siempre un ogro es desafectado en primera instancia para después convertirse en piedra fundamental.
Qué violento. Violento. Violentísimo. (Y linda escritura porque se transmite).
A todo esto, ya sé que no importa, pero, si era con nota, ¿aprobaste?
La que primero se retiró y eso de la "familia"... Cualquiera.
Qué lindo lo que escribió el psicótico.
¿Cuál era el balde que te interesaba? (vos y tus elipsis)
Si, toda una situación.
No se trataba de aprobar o no, sólo de presentarlo, ahora hay que ver cuánto demoran en darme la certificación...
Los dibujos eran dignos de verse también!
Y el balde que me interesaba era presenciar y participar en la admisión de la gente para Psicología. Eso estuvo bueno bueno.
DEBERIAS saber que con los médicos no TENDRIAS que decir nada que hiera su HIPOTETICA superioridad sobre la PRESUMIBLE ignorancia histológica de quienes SE DIRIAN trabajadores de la salud mental y trabajan con algo tan POCO EPISTÉMICO como eso que USTEDES, PSEUDOCIENTIFICOS llaman psique ...
y siempre...
SIEMPRE...
primero... lo positivo y despues el palazo y despues terminas con un comentario positivo...es lo que en psicologia del deporte llamamos "comunicacion sandwich" deja al sujeto informado de las cosas que hace mal, pero al mismo tiempo se siente motivado por los comentarios alentadores sobre su conducta a modificar en un futuro proximo...como decia la iracunda de Alanis, "you, you , you oughta know!!"
saludos
NEURAS
Es asi, gracias Nico.
Tendría que haberme despedido con un "y que los eunucos bufen".
Estuve pensando que deberíamos "meter las patas" en el mundo deportivo, en el fobal que hay platita pero es tanto o más rígido que los que juran por el dudoso Hipócrates.
Me imagino que en ese momento pensas que lo ideal sería cargar un fal, reventarlos a tiros a todos, mearlos y recontracagarlos a patadas, tomarte un chifle y comenzar a templar "así".
ustedes viven de los locos
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