Marcelo Bielsa


"Gracias le doy a la Virgen
 gracias le doy al Señor
porque entre tanto rigor 
y habiendo perdido tanto
no perdí mi amor al canto
ni mi voz como cantor"

Estas estrofas del Martín Fierro las citó Calamaro en su concierto regreso en  el Luna Park tras casi cinco años de ausencia en los escenarios argentinos. Hace unos días Marcelo Bielsa dio una magistral conferencia de prensa donde anunciaba que si al día siguiente perdía el presidente de la AFA chilena, dejaría su cargo luego de sus últimos compromisos del año, dando una serie de argumentos sociológicos y deportivos irrefutables, nunca apelando a lo sentimental. Tratar de condensar la conferencia y lo que pienso de Bielsa me llevaría miles y miles de palabras que le ahorraré a usted, ocasional y recurrente lector.

Al día siguiente de la conferencia finalmente ganó las elecciones un español (¡!) que fue elegido por los presidentes de los clubes chilenos, en una acción que revela la poca intención de profundizar el modelo en el cual Bielsa había sido una parte importante (cosa que él tratará de negar sistemáticamente), primando –cuando no- intereses menos generosos e individuales.

Hace unos días JP Feinmann decía que él podía darse cuenta cuando alguien pensaba con rigor, en relación a Cristina, y lo mismo puede decirse de Bielsa. No existe ni ha existido en el fútbol argentino un técnico con la rigurosidad de pensamiento, claridad argumentativa y expositiva de sus ideas, sus métodos, su trabajo de campo, su preparación, en fin, la idoneidad para el cargo. Hasta podría decirse con el eufemismo con el que algunos profesionales de Recursos Humanos rechazan candidatos por estar “sobre calificados”, Bielsa está sobre calificado para dirigir fútbol, el lo negaría de corazón (y yo) y sería cierto, pero entre tanta mediocridad y pensamiento mágico que se puede divisar en las palabras de los técnicos de nuestro país, Bielsa suena al padre de la criatura, a aquél que sufre por lo que se le escapa de las manos.

El dice que su experiencia en Chile le despertó la vocación, aquella entidad de dudosa existencia que quizás sólo exista para el que la encuentre. El deseo algo tiene que ver ahí. Bielsa trabajó en Chile para darle mucho de lo que no tenía, juntó medio millón de dólares dando conferencias y lo “devolvió” en inversión para el complejo Pinto Durán, donde, ante la mirada incrédula de Mayne-Nicholls pidió vivir, un lugar de cara a la montaña; ubicada en una modesta zona de Chile.

Logró unir temporalmente a los dirigentes y tocó el alma excesivamente patriota de los chilenos (mi pasado patagónico así me autoriza) y les mostró artleanamente que a base de trabajo y calidez humana, podían un poco más. Recibía a todo aquél que se acercara al predio, a cualquier DT que pidiera observar sus trabajos y ponía una persona a disposición para que lo guiara por el mismo y explicara todos los ejercicios si así lo requería, extendiendo una copia de su base de datos de manera desinteresada, ya que en la base de este proceder él sostiene que mientras mejores sean los otros (técnicos, jugadores) uno consecuentemente se mejora.

Habló sobre la idea de invertir en aquello que no se verá inmediatamente sino con los años, en los jóvenes, en los beneficios que verán otros, y recordó el orgullo que sentían los habitantes de algunos pueblos cercanos a Rosario cuando los árboles de su calle principal eran tan altos que se tocaban en sus copas desde las veredas enfrentadas. También recordó que algunos intendentes los mandaban a podar para borrar ese símbolo del anterior gobierno.


Del rigor en la ciencia

Bielsa es un personaje borgeano, laberíntico, pero jamás un loco. Aquí comienza el trabajo de deconstrucción de su apodo, que espero sigan otros más lúcidos. Históricamente la locura ha apresado en sus redes a los pobres, los desposeídos, los extranjeros, la famosa otredad, todo aquello que despertara algún temor, algún rechazo en los supuestos normales, que por un lado no son más que aquellos que han ganado, que han llegado primero y han impuesto su discurso. También se ha asociado la psicosis a lo deficitario, cuando en realidad la inteligencia no se ve afectada (aunque si en las esquizofrenias). Hablo de inteligencia, de voluntad, de rigurosidad porque intuyo que Bielsa no se debe llevar muy bien con la hipótesis del inconsciente, es decir, aceptar que hay algo más allá de nuestra voluntad y que nuestro yo no es el que determina nuestra conducta. Y Freud lo propuso y demostró cartesianamente, ¡un genio! Ese trabajo desmedido, esa puntillosidad, ese declarar conocer a todos los jugadores sub-20 de los 32 equipos del fútbol chileno quizás sea la argucia de su fantasma para evitar el horror del inconsciente. Pero no quiero ir por ese lado.  Bielsa es un iluminista, el pensamiento es un reflector que no solamente va sobre el campo de juego.

Yo desde la supuesta razón, en mi condición de devoto del equipo más popular de Rosario, debería odiar a Bielsa por ser de la contra, pero no lo hago, sino lo contrario, ya que ¿Qué culpa tiene de haber pertenecido a una familia que abrazó al club de la ciudad que lleva un nombre en inglés? Académicamente toda definición psicológica de “normalidad” es cuestionable. 
Los franceses a principio de 1900 describieron y delimitaron  las“locuras razonantes”, pero éste no es el caso. ¿Acaso no podría decirse de un loco que es alguien que no sabe lo que dice? ¿O que no tiene sentido? ¿Acaso yo tengo un hilo, hay una coherencia en estas líneas? ¿Acaso usted sabe lo que dice?

Bielsa si, un pre freudiano.

“Yo sé que la verdad es la verdad del que tiene poder." No lo dijo Nietzsche, lo dijo Bielsa en esa conferencia, y  ahora debe estar cantando la canción de Loquillo, Línea clara:
"Dicen qué me repito
de lo claro que hablo,
será que no me entrego
a las reglas del mercado
porque milito en la razón
del pensamiento ilustrado."

2 comentarios:

Joakkin | 24 de noviembre de 2010, 7:40

Cada vez que este gran hombre pronuncia palabra, no puedo hacer más que sonreir con una mueca de placer e inflar el pecho por haberlo tenido en la institución de la cual soy hincha.

Juan Antonio | 25 de noviembre de 2010, 13:21

a los que no abundan se los llama locos, para no llamarnos locos a los que lamentablemente abundamos.

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