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La senda del perdedor

Perder requiere coraje. Por eso los abusones de los colegios luego son alcohólicos. Perder atraviesa un plano de niveles psíquicos, emocionales, económicos (de libido) de la vida cotidiana. Es una verdad de perogrullo y evidente para todo aquel que no haya estado muy adormecido en su vida. Pequeñas pérdidas desde que nacemos: de los dientes, de presencia, de amor, de novias, de desaprobados, de los padres, de los amigos. Todo en algún momento se pierde y se desvanece. O es demolido.

Y cuando un abusón poderoso está en las postrimerías de su ocaso, de morir un poco en vida, algo a lo que se ha negado tanto tiempo, modificando los reglamentos que ahora se le vuelven en contra, genera la sensación de justicia poética. De todas maneras nada de lo que uno piense o quiera modificará lo que va a pasar. Lo lamentaría por mis amigos gayinas (alguno más que otros, otros han abrazado otras camisetas, qbt!) y por su sufrimiento. Otra vez los hinchas son el último orejón del tarro, pero hay que tener coraje para afrentar la derrota, para ganar no se necesita mucho más que hacerlo.

Gimnasia tiene el coraje y la “suerte” del torturado, es el sujeto sartreano que todavía elige darse el ser y la vida en cada partido. El club más viejo y quizás más pobre de la primera división argentina y el segundo club con más hinchas del país están en igualdad de condiciones por un rato, es la redistribución de los derechos.
Las pequeñas muertes se dan en vida, repito. En Psicoanálisis lleva el nombre de castración. Y en ese momento único también se puede tener dignidad, no es algo menor y con el tiempo sus hijos lo valorarán.

Marcelo Bielsa, quizás el técnico más grande de la historia moderna del fútbol argentino lo sabe mejor que nadie: el también prepara a sus equipos para perder, para saber jugar mal. El otro (equipo) es un territorio que confronta y se entremezcla con el propio y al que hay que conocer para dominar, no basta lo que uno haga. Es otro paradigma, de crecer en la derrota y modificar en la victoria (es un genio, él cambia el equipo cuando gana).

Piensen en las chicas que nunca fueron rechazadas, ¡Todo lo que han y seguirán perdiendo!
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Otras inquisiciones

En este libro magistral, Borges hace gala de su enciclopedismo iluminista y se pregunta y se contesta con brillantez sobre los grandes temas (y autores) de la humanidad. Va hasta el fondo algunas veces, diciendo cosas tales como que las sociedades optan por la democracia a falta de coraje para elegir un héroe que los guíe, o como Nabokov se mofa con cierta ignorancia del gran maestro vienés. Tales aberraciones ya las hemos citado previamente en este pasquín.

Pero me interesa el fútbol, como pocas cosas lo hacen y me hacen sufrir. A esta altura de los torneos y de la vida de mi (las) instituciones me siento como un viejo octogenario que utilizando la falacia de apelación a la autoridad, se rie de los que sufren porque está de vuelta. Porque el amor es malvado, toma una sola persona, una sola bandera, la excluye y que los otros ardan en el infierno. Confieso que la jornada de 5 partidos para definir los descensos y la promoción me tuvo al borde de la silla, gozando de la combinatoria para el desastre. Yo ya vi como mi equipo, el sexto con más hinchas en el país, perdió la división hace un año, y durante éste, vi como los jugadores de los equipos rivales se sacaban fotos en nuestro estadio y luego aguantando 80 minutos, te metían una contra y te ganaban.

Eso por un lado, y por el otro más allá de lo futbolístico, asistimos a un escenario mental formidable: un grupo de personas que jamás logró sacarse la espada de su cuello y nunca pudo elaborar que habían perdido la divisional. Lo democrático del fútbol es que ahí dentro de la cancha, lo supra no juega. A veces hay que dejar caer las cosas hasta el fondo, la tozudez de Gimnasia en permanecer ya no tiene sentido. Hay que aceptar las pequeñas muertes en vida, esa sobrevida es indigna. Mi anhelo es que desciendan todos los equipos de primera y así tener en la segunda división algo de lo perdido.

Si River desciende (cosa que sería hermosa pero no sucederá) sería otro triunfo kirchnerista de distribución de la riqueza. Gimnasia y Huracán necesitan de la asignación universal. La esperanza nunca es vana, pero te hace sufrir hasta el final. Es como saberlo, prometer nunca volver a hacerlo y finalmente, traicionarse por amor.

Y pensar que hay gente que dice que el fútbol son 22 tipos corriendo detrás de una pelota.
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Habla, memoria

El pasado (que es infinito como el futuro) está lleno de novedades. Basta recostar la espalda sobre su horizonte y ahí están las coordenadas para ser redistribuidas. El olvido en cambio no trae nada nuevo, puede glaciar un conjunto de recuerdos y dejarlos inmóviles por el largo de dos vidas (también hay un olvido temeroso, vacilante, indiferente, que está reservado para los corazones abotagados).

Hay un olvido que no es represión, podríamos ser clásicamente freudianos (lo cual a esta altura del mejunje psicoanalítico es todo un logro) y decir que una representación ha perdido la libido que ahí estaba puesta (hoy significante) y se ha ido a otro lado. Es una posible explicación. También está la negación y la desmemoria, pero son otra cosa.

Hace poco tuve que dar por perdido mi DNI, el DNI que tenía mi foto de los 16, DNI que conservé impoluto gracias a un par de tapas plásticas que fueron su escudo contra el tiempo. Pero un día le quité la vista, lo dejé en otras manos y nunca más lo encontré. Quizás una forma de olvido sea tan simple como dejar de ver algo. Nada tenía en especial ese DNI que me recordaba que voté a De la Rúa (aunque si me preocupa ahora el hecho de que el cambio de domicilio no me deje votar la reelección), pero la sensación de tener que dar algo por perdido aunque sé que no lo está (acá es pura animalidad), porque sé que cuando llegue el nuevo DNI, el viejo aparecerá entre las cajas y el desorden actual, y como mínimo, me parece molesto.

Quizás el tiempo se pliegue en estas pequeñas ironías de la existencia y se desenvuelva de una manera que sólo conoce nuestro inconsciente. Hace poco (y acá se gestó esta entrada) encontré un libro que pensé había perdido, y dentro de él un papel que por siempre me recordará algo. Me sentí aliviado por dos segundos y volví a los laberintos.

La memoria es un queso gruyere que necesita de los objetos para no perder de vista el DNI del infinito.

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