Crónica de un niño solo
Donald Winnicott fue un psicoanalista inglés extraordinario. Trabajó y teorizó con las poblaciones más vulneradas después de ambas guerras mundiales. Pediatra de formación, dedicó su vida al trabajo con niños y realizó algunos de los aportes más importantes al corpus teórico-práctico del psicoanálisis postfreudiano. De una simpleza conceptual avasallante (tanto que uno duda de su profundidad, pero sólo es la tara de tantos años de psicoanálisis jeroglífico) y una humanidad conmovedora, logró incidir de manera determinante en la creación del sistema público de salud británico y dio pie a multiplicidad de abordajes terapéuticos comunitarios.
Winnicott entendió las conductas/tendencias “antisociales”
de los adolescentes como fenómenos producidos por una temprana deprivación afectiva
ocurrida en su vida infantil. Otorgó una clave no punitiva para entender las
conductas que lesionan el orden social establecido, pensó que allí donde hay
alguien cometiendo un daño, previamente ese alguien fue dañado, desalojado, no
inscripto en (y por)el otro. Winnicott habla de afecto, de sostén, de contención,
de ambiente facilitador, términos que hacen sonrojar a los puristas del
lenguaje. E introduce una mirada novedosa: para Winnicott la tendencia antisocial
implica una esperanza, y cito:
“La falta de esperanza es la característica básica del
niño deprivado que, por supuesto, no se comporta constantemente en forma
antisocial, sino que manifiesta dicha tendencia en sus
períodos esperanzados. Esto podrá ocasionar inconvenientes a la sociedad
(y a usted, si la bicicleta robada es la suya...), pero quienes no se ven
afectados en modo alguno por estos robos compulsivos pueden percibir la
esperanza subyacente. Cabe preguntarse si nuestra propensión a encomendar
a otros el tratamiento del delincuente no obedecerá, entre otras razones,
a que nos desagrada ser víctimas de un robo.”
Siempre vi a Pity como un niño desesperado en un mundo de adultos,
un niño viviendo en un planeta tierra siempre algo ajeno. Es mi intención
esquivar análisis sociológicos y centrarme arbitraria y parcialmente en su
biografía. Para Freud, el complejo de Edipo es la fuente de la ética
individual, y la novela familiar de la parentela la constelación desde donde
uno comienza a tejer su propia historia. Quienes nos trajeron al mundo nos marcaron
a fuego, no hay tabula rasa posible y esas marcas nos acompañarán por el resto de nuestras vidas.
Este niño herido perdió hace muchos años el Don de la
canción que se había creado. No más canciones, no más recitales, pobre lazo
social. Denuncias por violencia de género, incidentes viales serios, un disparo
a su manager, fotos semi desnudo con un policía. 30 años de adicciones vuelven
al hombre más hermoso un zombie. Las sustancias explican tan sólo una
parte de cualquier conducta. Aquél niño desapareció hace años en la total desesperanza.
En estos días y a partir de mi trabajo, una conocida de Pity me
contó que cuando eran chicos ella le hacía de seguridad para entrar a Ciudad
Oculta porque era un “pan de Dios” y los pibes lo robaban. También me contó que
en ocasiones Pity y sus amigos cuidaron de ella en momentos de extrema
vulnerabilidad. Para cuidar a alguien hay que haber sido cuidado.
Ayer mientras miraba cómo avanza la demolición del Elefante Blanco, recordé que en el piso más alto había un graffiti enorme que decía
Viejas Locas junto a su logo y lamenté no haberle sacado una foto en su
momento. Un símbolo hermoso sobre un edificio que metaforiza las peores caras
del estado: corrupto, ausente, vaciado, deudor, de espalda a sus ciudadanos.
Somos arrojados a la existencia con un contrato en la mano:
si no lo firman del otro lado estamos al horno. Ya de grandes tenemos la enorme
responsabilidad de evitar o hacer control de daños con los niñxs que osemos
traer a este mundo. No es posible pensar linealmente, todo es frágil y nadie
está a salvo de ser un victimario, el trabajo es reconocer esta posibilidad y
asumir como imperativo categórico la posibilidad de la esperanza para reparar
lo que se ha roto en nosotros y en los demás, al menos los que tenemos más cerca. Porque pasado un tiempo ya no es
posible prevenirlo, hasta los juristas y sus criterios de imputabilidad lo saben.
Pity deberá pagar su deuda en lo real porque no pudo pagarla
antes en lo simbólico. Daño sobre daño sobre daño. Hay que sostener la pregunta
de si cualquiera puede matar. Hay que sostener la evidencia de que no todos
pueden abrigar y dar asilo en su corazón. No hay que olvidarlo, aunque a nadie ya le importe.
3 comentarios:
Se me escarapela la piel, cuanta realidad, cuanta verdad.
Muy buen texto. Gracias!
Lo pensas como una psicosis? Siempre vi en pity a un descreido de todos los semblantes. Pero justamente la descreencia del melancólico. Pity sabe que el y todos estamos muertos. Una lectura similar propuso Luciano lutereau. Muy buen texto escribiste. Saludos
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