El oficio de estar sentado


Curiosos tipejos son los vigiladores nocturnos de los edificios. Durante mi larga estadía en éste, he visto pasar varios, algunos han estado el suficiente tiempo como para poder sacarle esa radiografía que se hace durante breves diálogos. En mi edificio, hay un tipo vestido de manera curiosa entre las 10 de la noche y las 6 de la mañana. Se hicieron “necesarios” una vez que le robaron a alguien hace más de 10 años y representan un importante porcentaje en las expensas. Yo sinceramente dudo de su necesidad, su única función es pararse a ver –cuando lo hacen- cuando alguien entra un auto.

Recuerdo a Rasputín –nunca supimos su nombre, pero su aura nos inspiraba ese-, un tipo desgarbado de estatura mediana, pelado en todo el centro de su cabeza y con cabello a los costados sobre sus orejas. Ante cada saludo respondía con un soplido, a lo sumo un fonema, nunca una palabra. En sus días de buen humor, acompañaba moviendo la cabeza. Una noche vi a otro tipo, la segunda noche estaba el mismo así que le pregunté al encargado qué había pasado con Rasputín. Me dijo que lo había atropellado un camión mientras andaba en bici de madrugada.

Hubo un tiempo donde pasaron varios intrascendentes, recuerdo a un jóven del cual nunca supe su nombre que simplemente no podía dejar de hablar. Bastaba un “hola” para que lanzara varias oraciones seguidas sobre sus pesares: que no lo hacían efectivo en ningún edificio, que le pagaban su sueldo en tres cuotras por mes, que su mujer lo presionaba mucho. Yo sólo los saludaba, pero a esta altura como sabían que yo era el de la planta baja se sentían autorizados a intentar ser amigos, los tengo tan cerca que puedo escucharlos como si estuviesen en una habitación contigua pero sin estarlo, y no sólo interrumpen con sus ruidos, sino que cuando de este recinto se emiten sonidos que mejor sería que nadie escuchara, están callados.

Luego titularizó Cacho, un entrerriano al que le faltaban dos años para jubilarse y cuya frase de bienvenida era insoportablemente adorable, cual Papa Noel soltaba: “¿jo jo jo cómo le va?" E inmediatamente esperaba una respuesta no muy breve para tener un diálogo acerca de cualquier cosa, sin importar la hora. Tenía algunas cosas muy molestas: la radio fuerte toda la noche y no se dormía: salía a la vereda y hablaba con la gente que estaba en la parada del micro. Una pesadilla mesopotámica.

Llegó su jubilación y fue reemplazado por un hombre de más de 60 años con un bigote como el que el loco lindo que ilustra la entrada y un peinado a lo Morrissey cuando era joven. Éste es el peor de todos: habla solo todo el tiempo, algunas veces se da ánimo para no dormirse: “dale boludo no te duermas”, otras parece que reza en un murmullo inaudible, a veces se queja a una gran velocidad que no puedo distinguir las palabras, si tengo suerte sólo lee en voz alta.

También tamborilea sus dedos contra la mesa y toca la batería con una regla y su pie. Hace unos meses tiene un hábito nuevo –un tic con suerte y no un diálogo insospechado con alguien- que consiste en imitar el gorjeo de un pájaro. Un ruido similar puede producirse al friccionar la suela de la zapatilla contra un mosaico. Es impresionante, en este mismo momento se cumple aproximadamente media hora que lo está haciendo, su fuerza es envidiable, estoy casi seguro que lo hace con la boca, me gustaría salir de golpe y agarrarlo con las manos en la masa -quién sabe, quizás también es parte de la función-.

Sobre la mirilla de la puerta que me comunica al hall donde gorjea este bigote tengo esta foto que me recuerda el débil equilibrio de las cosas.

7 comentarios:

flor | 13 de octubre de 2009, 21:22

jojojo. nada mejor que leer este texto después de haber escrito el de paulo.

yo tengo nula experiencia en vigiladores nocturnos. no existió ni existe ninguno en mi vida. Y eso que en el edificio de mis padres tuve un episodio profundamente desagradable, creo que un poco más grave que un robo.
Mi experiencia con los encargados también es casi nula. El encargado del edificio donde viven mis padres vive en el edificio de enfrente y trabaja en Clarín o sea, no está nunca. Ése encargado, tiene un perro llamado Rocco, una mujer, un hijo sordo, otro hijo y una nieta.

Acá está Graciela. Que es la mejor. Nos cuida maternalmente. Me reta porque yo siempre estoy desabrigada (porque de verdad tengo calor). Cuando me ve flaca me pregunta. Sabe cuándo estoy cansada... Un día me vio llorando y se preocupó mucho. Graciela es diabética, tiene varios hijos, una es enana y le dice: "la bajita". Tiene devoción por sus nietos y una paciencia enorme. En el edificio, entre otros, hay una familia entera a la que le chifla el moño, de verdad tienen problemas mentales, hay un tipo al que le faltan jugadores y una vieja italiana violentísima que según las palabras de la misma graciela dejó morir a su marido... En fin, el de aquí no es un público fácil, pero Graciela lo lleva adelante bastante bien.

Juan Antonio | 14 de octubre de 2009, 7:14

Bestiario de "Veladores", como podría decirse del gremio. Los hay de todo tipo y no importa de qué manera combinen las múltiples cualidades que su estirpe arrastra: parlanchines y muditos, siniestros y bondadosos, malolientes y perfumados a rabiar con el frasco de colonia que penetra bajo la puerta como un intruso inquebrantable.
La imagen de la mirilla no puede ser màs acertada. No quiero alarmarte, pero es seguro que todos los "Veladores" han espiado algún día -y hasta cada día- para ver de cerca los hábitos del único inquilino que se atrevió a dormir al ras de su mismo piso.
Te creen parte del gremio, pero parte desleal. Te creen buche del resto del consorcio, te examinan disimuladamente y en sus reuniones por mayor salario deslizan la palabra equivalente a Braden para Perón: "Capdevila", dicen y se codean y después se turnan para no despertarte las sospechas.
Y la falsa historia del camión, del baterista que no hace más que torturarte sabiendo que nunca vas a salir a gritarle que deje de golpear, que deje de imitar al pájaro imaginario que te separa eternamente del resto de tu casa, en ese ala de muerte llamado Hall.

Brenda V | 14 de octubre de 2009, 8:07

Mi abuelo fue siempre amante de la noche, tanto es así que luego de varios años de jubilado -y quizás aburrido de dormir junto a mi abuela- aceptó un trabajo de sereno en la cochera que está frente a mi casa. Tan sociable se volvió en el barrio que todos lo conocían. Los dueños de Los Naranjos le regalaban remeras (exclusivísimas en esa época) y él luego me las daba a mí, cuán feliz me hacía. En fin, el punto es que ese laburo era exacto para él. Le permitía su cuota de socialidad necesaria, no era mayor esfuerzo que abrir la puerta entrada a la madrugada, no debía usar uniforme, ni vender determinada cantidad de productos para alcanzar una comisión digna. Yo creo que haber trabajado esos años ahí le extendió cinco años de vitalidad. Sí, aunque suene irónico, el sedentarismo otorgando vitalidad (sino míreme a mí ;)).
Su nightwatcher de ahora me cae de perlas, lástima que es tan molesto para ud. No haga con él la gran Tony Montana, mejor haga eso con los Hell Angels locales, sus ruidos son mucho más molestos.

Lisandro Capdevila | 14 de octubre de 2009, 9:06

Flor: en este edificio vivía un mono, si, como te lo digo, salía por el 5to y se colgaba de los cables, atado con una soga claro. Sus dueños, unos rusos que trabajaban para una empresa de petróleo, lo trajeron de Bolivia. Murió hace poco, se por mi encargado que todos lloraron.

Antoine: es verdad lo del camión, Rasputín pasó al otro lado por un gran rodado.
Mi venganza contra ellos no es de varón publicarla por este medio.

Verita: que anécdota más tender, sin dudas le extendió la vida, algo para hacer y salir de la modorra. Es la primera vez que lo nombra. Hell Angels deberán caer. Pronto.

Joakkin | 14 de octubre de 2009, 21:23

En mi edificio el 80% son señoras paquetas con perros.Todas tienen perros.Y cuando los pocos jóvenes que hay hacen alguna fiesta siempre viene la policía porque alguna de esas hienas hizo la denuncia.Yo tengo mejor suerte,sólo me pidieron que baje la música dos veces y sólo hice una fiesta.Y salí inmune de los azulados.

Anónimo | 17 de octubre de 2009, 8:28

Te van a dejar esquizofrénico, Lisandro. Yo que vos me mudo.
Aldana

Lisandro Capdevila | 18 de octubre de 2009, 9:46

En breve, último año de sufrimiento inmobiliario.

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