Trenzas que me anudan al portón


“...nunca más volvió, nunca más la vi, nunca más su voz nombró mi nombre junto a mí. Esa misma voz que dijo adiós”

Nieblas del Riachuelo
(Cadícamo/Cobián)


Es popular entre las mujeres la idea acerca de que los hombres maduran más tarde que ellas a todo nivel, pero sobre todo en lo que resulta más molesto y es materia de mayor interés: y es lo que refiere a las cuestiones del amor. No es mi intención abrir la discusión sobre qué se entiende por maduración, progreso, evolución y parecidos porque sería una perdigonada inabarcable.

Si algo de verdad hay en eso, mi hipótesis va por el lado de la imposición de un relato.

La verdad de cada uno, individual, es autoengendrada y parasitaria a la vez, hemos sido necesariamente hablados por otros y esa huella es difícil de discernir, tanto que no poder distinguirse unos de otros puede llevarnos a las primeras planas de los diarios. La verdad como ficción personal, la verdad como ficción colectiva, un relato que impuesto por la mayoría, lisa y llanamente por la voluntad de poder, crea y sostiene algo que se cree como la verdad. Así, si las niñas desde su tiempo más precoz son enseñadas en las artes del amor de pareja, Ken y Barbie y la casita de ensueño, jugar a “la mamá”, etc., y nosotros varones nos rompíamos la crisma saltando tapiales y jugando en la vereda al fútbol hasta que el rival se desmayara –“jugamos a 20 goles”- no es de asombrar una asimetría funcional en la materia. (Aclaro: infancia de los años 80s, hasta mitad de los 90s me animaría a decir).

Es un desafío investigar las nuevas coordenadas de la infancia, qué subjetividades se están formando, qué rasgos se moldean con los trazos actuales –porque hay otros fijos-. Si ahora el amor es Casi Ángeles y los vetustos productos de Cris Morena, entonces tendremos que parar bien las orejas.

Creo que hay algo de la posición femenina –que suele estar personificada por las mujeres – que le otorga un gran valor a la narración de los hechos, y ahora ya hablamos de los amorosos. Poder contar lo sucedido es casi tan importante como lo sucedido en sí. Y poder narrarlo es (re)construir una escena de la que ya se había hablado previamente, imaginado y fantaseado junto a otras personas y con diálogos internos, que luego se llevó a cabo y ahora se reconstruye ,en general, con mucha vivacidad.

El acto en sí también requiere del montaje de una escena, supongamos una relación sexual, sin duda están en juego los cuerpos, pero es necesario el andamiaje imaginario y el simbólico para sostenerlo, de otra manera si uno fuera totalmente consciente que algunos agujeros son “primariamente” para otra cosa o que con esa boca después ella besa a mi madre o a mis hijos –pura ficción- sería imposible el acto. Sin esa ficción no se podría llevar adelante los movimientos mecánicos, ridículos y contra la gravedad que se suelen hacer. Y hay parte de un nosequé que no se consigue con la pastillita azul, piensen cada uno de ustedes en los actos frustrados porque pensábamos en otra cosa, una preocupación, lo que sea que sacara la escena de su lugar, o simplemente el sexo es malo porque hay algo que no marcha como solía hacerlo antes con el otro. Y esto de arreglárselas con el otro es vital.

Recuerdo a Emile Cioran: “Todo el mundo me exaspera, pero me gusta reír y no puedo reír solo”.

Ya Sócrates planteaba el diálogo como método de conocimiento –si bien no escribió nada, lo sabemos por Platón y no por el ex presidente capicúa que afirmó haber leído todas sus obras- entonces en eso sí las niñas corren con ventaja, nos sumergen en un mundo que ellas han creado –es un decir- y que han hablado y hablado durante años, entonces una chica de 12 ve un pibe que aun tiene barro en la cara y naturalmente se busca uno de 16. Y éste de 16 es inútil para las de su edad a su vez, por eso tuvimos que esperar hasta los veinti y algo para acariciar tersas espaldas de 20.

Como sea, el encuentro de fondo siempre es fallido, no hay fusión, no hay metáfora frutal, hacemos arreglos y construimos ficciones que funcionan, que recubren la falta que nos atraviesa y de la que no podemos evadirnos. No por nada Lacan llegó a llamar al amor “valentía ante fatal destino”. Y eso por suerte no cambiará.

Este hablar y hablar y pensar y repensar al amor, a la escena, del lado femenino tiene una marca un: la constante necesidad de la afirmación de su existencia, de ser para el otro ese fuera del mundo único e irremplazable que detenga las agujas. Por eso un varón que sepa escuchar, recuerde lo que le contaron inmediatamente tiene una parte aliviada. Algo tan sencillo en la teoría, pero quien estuvo muchos años dialogando con sus músculos y embruteciéndose con el ejercicio social masculino no suele llevar adelante. Por eso, un si en el varón suele ser un sí y un no un no, bendita literalidad que exaspera.

Si algo de esto es así, si algo de todas estas sandeces que digo tienen asidero, hay otra pregunta: ¿De dónde surge la pseudo tragedia masculina? Esa sensación de estar la mayor parte del tiempo a la zaga de algo que sabemos ya está perdido, y la mayoría de las veces por mérito propio, por malos alumnos, por no querer poder pasar el lápiz sobre el papel de calcar que ellas nos dan claramente y que disfrazamos de incomprensibles porque cuando lo estaban diciendo estábamos recordando a aquel tipo que se cayó en la calle.

Quizás uno sólo sea un poco joven. Y casi no hablé del amor.


Como sea, hay un diálogo Simpson que bien les podría haber ahorrado leerme:



-Homero: Ese Javier es la persona más agradable del mundo, deberíamos invitarlo a comer con su esposa.
-Marge: No creo que sea casado Homero.
-H: Aaaah un soltero picarón...bien, hay muchas zorritas por ahí…
-M: Homero, ¿no te pareció Javier un tanto "festivo" digamos?
-H: Claro, es un hombre feliz.
-M: Que prefiere la compañía masculina.
-H: ¿Y quién no?
-M: Homero, escúchame bien, Javier es Ho-mo...
-H: ¿Si?
-M: Sexual
-H: ¡Ay Dios mio!, bailé con un gay, Marge, Lisa prometan que no van a decírselo a nadie, prométanlo.
-M: ¡Tu actitud es ridícula!
-H: ¿Tu crees Marge? ¿Tu crees? piensa en la plusvalía, ya no podemos decir que sólo gente normal ha pisado esta casa.
-M: Que pena que pienses de esa forma, porque Javier nos invitó a dar un paseo hoy, y vamos a ir.
-H: •Ay no, yo para nada, y no sólo porque es gay, sino por taimado, al menos debió tener la delicadeza de hablar afeminado para que todos supiéramos que es...así…
-M: ¿De qué diablo estás hablando?
-H: ¡Ya me conoces Marge, me gusta la cerveza fría, la tele fuerte y los homosexuales...locas, locas!

6 comentarios:

flor | 15 de febrero de 2010, 13:56

Este post me llevó a diferentes etapas educativas.

1. En el preescolar una maestra preocupada porque todos los días había ido al rincón de "la casita" (todos los días me ponía los zapatos que había donado mi madre, ay, la simbología) me puso de prepo a jugar a los bloques.

2. En un recreo de la secundaria yo estaba contándole con lujo de detalles a una amiga la nimiedades del encuentro (visual, más que nada, hubo un par de palabras) con un chico con el que después saldría una quincena de verano. Los chicos pasaron y nos gritaron: "lesbianas".

3. La única charla acerca de sexo que tuve con otras de mi mismo género ocurrió en la facultad, durante una clase de psicología, un trabajo en grupo se convirtió pronto en algo verdaderamente potente, bizarro, que nada tenía que ver con el trabajo. Y no había mucho de narrativo, sí, intuyo, bastante de ficción.

Por suerte los hombres no calcan. Por suerte siguen siendo un misterio.

Juan Antonio | 15 de febrero de 2010, 15:04

gran texto. Los hombres y las mujeres, qué antiguedad!

Lisandro Capdevila | 15 de febrero de 2010, 16:14

flor: los rastis no están tan mal. la 2 es muy buena, los chicos unos visionarios, cuánto habrán tardado en besar a alguna chica.

joan: debería hablar del indie, tiene más actualidad. Aguante Tonino y el viaje de vuelta.

Ivan IV | 16 de febrero de 2010, 19:07

Lo tenía un poco abandonado, pero volver de vez en cuando, guau!, cada día me sorprende más.

Si, mis regresos son escuetos.

Con respecto al post anterior(o el otro) sobre Arlt, el otro día casi me compro "Paisaje en las nubes", pero no pude porque no-se-que-coño le pasa a la tarjeta de crédito y no me encuentro "muy líquido" en estos días.

Beto Reyes | 17 de febrero de 2010, 8:59

Entre el brillante texto y los comentarios tengo sólo 2 cosas para decir.
Primero. Me gusta la palabra "festivo" (como la usa Marge en ese episodio).
Segundo. Lo hombres no son un misterio sino lo contrario.

Saludos!

Anónimo | 29 de diciembre de 2012, 15:14

No te engañes: escucho demasiado y por eso se que a las únicas mujeres que he seducido son aquellas a las que no he escuchado.

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