El impresentable
Se habrá topado usted lector con un alguien al que habrá calificado lisa y llanamente de impresentable. ¿Cómo no se da cuenta? Se preguntará mientras contempla absorto al sujeto ese desempeñarse en su desajuste social.
Al estar en presencia de un Impresentable podemos sufrir (no estamos a resguardo de ser vistos como tal) al menos dos efectos: uno sería el de vergüenza ajena e inacción: trampa mortal, doble castigo por dejarnos someter por ese amigo de tu amigo que recién conocés y te abre la heladera. O el dueño de la casa que alquilaste legalmente y se instala unos días de visita porque si, porque puede. Pero puede también porque lo dejan. Si quien detecta a un Impresentable se la deja pasar, bien podría designarse de la misma manera por su conciencia. En este caso el saber popular tiene asidero: el que calla…
El otro sería tomar al Impresentable por las astas y tratar de ubicarlo. Sabemos por experiencia que una caracteristica de los Impresentables es una tozudez envidiable, una crapulenta persistencia en ser. Por lo tanto nuestras prédicas pueden caer –y caerán- en saco roto, pero al menos podremos estar aliviados que lo intentamos.
Hay tantas verdades como palabras en estos líneas. La verdad propia, la conocida, la ignorada que nos corre. ¿De qué estará hecha la verdad del Impresentable? Seguramente de algo muy distinta de aquel que la sufre. Pero a veces tenemos raptos y pescamos la particularidad. Si el inconsciente está en la superficie y se presenta como latigazo, como ruptura, pensemos que el Impresentable presenta su impresentabilitud con transparencia, tras su primer saludo podemos ver sus rasgos.
A veces no es fácil transmitir qué cosa de alguien es lo que lo hace Impresentable, pero si estás con tu amigo o parroquiano, se sabrá con una mirada. Si resistimos, si podemos sentarnos a la sombra del espíritu freudiano (que está compuesto entre otras cosas por esperar, ver, leer, escuchar y deshacer antes de hacer) nos haremos una panzada con el Impresentable.
Es fácil moverse entre lo conocido, es más, la inmensa mayoría sólo quiere moverse en el camino arbolado, la ruta que como perro se recorre con los ojos entrecerrados. En cambio, entréguese a un Innombrable, mirelo a los ojos, atemoricelo, reduzca los pasos de distancia y apoye el cañon sobre su hígado, verá cómo se reconforta.
O al menos, escriba (O haga un plano) como yo en una servilleta mientras un Impresentable trama en su guarida su siguiente fechoría, usted que ya vivió lo suficiente como para dejar de preguntarse tan seguido por qué teme lo que alguna vez deseó.
5 comentarios:
me inclino mas por la opción de tomar por las astas, hay que intentarlo al menos, no sólo el impresentable es tozudo...
v
Yo en este momento me estoy preguntando de que hablan los impresentables cuando hablan de impresentabilitud. ¿O para el impresentable no existe tal cosa? Es interesante definir a cietas personas o grupos como si se tratara de una otredad que es dificil de delimitar, pero que a se vez probablemente nos contenga a todos. También se me ocurre que pararle un carro a un impresentable, mas allà de su tozudez, implicaría en cierta medida abordar el plano de lo impresentable o de los parametros que lo identifica. Por último, ver impresentables por todos lados, ¿debería tranquilizarnos?
hace poco un entrevistado me dijo que el amor, ese grande, no el de garcharse, gustarse o querer tener muchos amigos, así dijo, no es ese que te relaciona con lo conocido sino con el desconocido.
no sé por qué, me acordé de eso.
pongo "tozudo" en el diccionario y sale tu foto val! más vale que hay que tomarlo!
IV: estalla la paradoja! intersante: al parar el carro de un Impresentable, entramos en su terreno, somos sus complices.
Y sobre la pregunta final: yo creo que un poco si.
flor: es que claro, amar también es perderse, salvo para aquellos burócratas de la obsesión (de esta nadie se salva!!)
"The Unpresentables" sería un buen documental, guionado por la gente de Pol-K, dirigida por M. Might Shyamalan y narrado por Facundo Arana. Sería impresentable, lograría su cometido. Se analizaría la mesa de Polémica en el Bar y el programa de Fantino.
De qué hablan los impresentables y quiénes son los impresentables para ellos. No creo que ubicar a uno sea un buen plan, en pocos instantes nos veríamos como ellos, ganaríamos frustración. Cuando un impresentable entra en escena, el aire se vicia, basta mirar a otro y entenderlo todo. Y si no hay que dejarlo pasar, se podría arremeter en un ataque de ironía y malas intenciones, el resultado puede ser de lo más variado y divertido. La tozudez la dejamos para los presentables con malos días.
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