La inversión indie

“Si algo nos han enseñado Los Picapiedras, es que los pelícanos son excelentes mezcladoras de cemento” H.J.Simpson
Durante los últimos años he asistido como uno más de la parroquia de la ciudad de La Plata a interesantes discusiones acerca de lo que es el indie. Intentos de definirlo como categoría, como género, como estilo de hacer las cosas, como manera de darse el ser, como estética.
Mucho se ha dicho y escrito acerca del tema –en circuitos reducidos es verdad- sobre todo en internet, medio al cual toda la movida que ha caído bajo el techo tiene acceso. Trataré de abrir el abanico de la discusión lo menos posible, para que finalmente algo pueda tener un poco de sentido.
Originalmente indie es el apócope de independent, que significa independiente en castellano. Según creo, en Argentina se ha usado y asociado de manera contraria al que debería ser el real sentido de la palabra independencia. Hoy está usado como calificativo de las nóveles bandas que dan sus primeros pasos en el mundo de la música, luchando para grabar discos, tocar en condiciones mínimas de dignidad sin poner mucha plata de su bolsillo y tratar de dar un show que produzca una conexión con alguien.
Ahora bien, la independencia es un ideal y se encuentra –si se encuentra- realmente al final del recorrido que propone el mercado/circuito de la música. Una banda que hace lo que quiere cuando arranca tiene una libertad que es falsa, se enmascara de libertad porque no tiene otra opción todavía, tiene para elegir entre nada y nada. Kant decía que para actuar moralmente en primera instancia debía existir la posibilidad de no hacerlo, de ir en contra de, y ahí si poder elegir. Sartre en ese sentido dice que una elección vale porque somos libres para hacerla, no por la acción en sí misma. Al nacer viene con nosotros la nada, y en cada elección en nuestras vidas nos vamos dando el ser, es decir que tiene un peso ontológico. Y entre nada y nada hay una falsa elección. Si bien él llegó a decir que inclusive el torturado es libre de decir que no da más, acá está todo desdibujado.
Entonces es casi libre Cerati, Calamaro, el forro de Cordera y no Prietto viaja al Cosmos con Mariano o normA –los segundos ejemplos son al azar-, si les preguntáramos a lo que cierta prensa gusta –con el efecto rebote de identificarse a él- en llamar indies si les gustaría dejar sus trabajos en la municipalidad o donde sea y dedicarse enteramente a componer canciones y vivir de ellas, la respuesta sería afirmativamente unánime. Entonces levantar la bandera de la independencia dada así las cosas, es un (auto) engaño. Lo triste de la historia es que hay bandas que tienen mucho talento y jamás podrán vivir de la música, a lo sumo será lo que los haga feliz, el momento bueno del día, pero nunca conseguirán vivir de ella.
Los hay, y creo son la mayoría, que usan el mote indie para enmascarar sus múltiples carencias y citar influencias no reflejadas en su música en las entrevistas - periodistas diciendo que una banda suena como tal otra y el cantante declara no haberla escuchado nunca-. Yo nunca escuché en La Plata una banda que suene como Sonic Youth, tenga el vuelo de las letras de Pixies, o canten tan bien como Malkmus–siguiendo el juego de la reencarnación local de aquellos-.
El indie funcionando como ideología, si seguimos al barbón alemán, sería justamente una conciencia invertida de la realidad, una falsa conciencia, una conciencia desprendida de lo material. Y lo material es Pura Vida y el Favero, que gracias a la entelequia que existen, pero eso es lo que hay ahora y no mucho más post Cromagnon. La parte esperanzadora es que aun así, aun así siguen saliendo bandas muy interesantes para ir a ver y comprarles los discos. El indie que suele poblar la Inrockuptibles tiene un corazón que no me gusta, lo he resuelto admitiendo mi parte conservadora y como canta el Compañero Asma en su canción homónima, fiel a la vieja escuela. Por eso me gusta más Crema del Cielo que los 107 Faunos.
En la parte subjetiva de los gustos es verdad que no hay mucho para decir, no hay parámetro, pero eso bien indie de que me gusta todo, soy tolerante y quedo bien con todos se me hace un poco dudoso, si fuese músico y tuviese una banda supongo que tendría pocos amigos.
Lo que la Escuela de Frankfurt le criticó a la Marx fue justamente que el proletariado había perdido su fuerza para cambiar las cosas, que estaba demasiado integrado, los obreros vivían mejor, tenían vacaciones y obras sociales, etc. Jugando con –y en- los términos en que están planteadas las cosas, el indie anhela ese llamado de la multinacional, de esa marca para ese festival, de por qué no se avivó antes de registrarse en Sadaic, y no está mal, yo respeto la honestidad, pero no me gusta acariciar la piel de cordero que en realidad tiene un lobo debajo. Si El Mató firma con una multinacional a mi me parece perfecto, y quienes los critiquen serán aquellos que sufran del síndrome “los mismos de siempre”. El límite de la libertad para mi en esos casos es la intervención en las canciones, en el arte, como Ed Sullivan pidiéndole a Morrison que no cante “Girl we couldn't get much higher”. El lo hizo igual y no lo invitaron nunca más. La libertad está siempre al final.
Habría que tapar con diarios a la palabra indie y discutir sobre las canciones.
No llegará el día en que uno ponga La 100, La Mega –las radios más escuchadas del país, pagadas por las Multinacionales- y suene normA o Thes Siniestros. Sería genial, porque hablaría o de que esas bandas están a punto de vivir de sus canciones o de que han tomado por las armas aquellas radios. Pero no sucederá al menos hasta que cambie radicalmente la ola del mercado, y créanme que si eso sucede, estaremos demasiado viejos y cansados asistiendo a la amable luz del atardecer.
Mucho se ha dicho y escrito acerca del tema –en circuitos reducidos es verdad- sobre todo en internet, medio al cual toda la movida que ha caído bajo el techo tiene acceso. Trataré de abrir el abanico de la discusión lo menos posible, para que finalmente algo pueda tener un poco de sentido.
Originalmente indie es el apócope de independent, que significa independiente en castellano. Según creo, en Argentina se ha usado y asociado de manera contraria al que debería ser el real sentido de la palabra independencia. Hoy está usado como calificativo de las nóveles bandas que dan sus primeros pasos en el mundo de la música, luchando para grabar discos, tocar en condiciones mínimas de dignidad sin poner mucha plata de su bolsillo y tratar de dar un show que produzca una conexión con alguien.
Ahora bien, la independencia es un ideal y se encuentra –si se encuentra- realmente al final del recorrido que propone el mercado/circuito de la música. Una banda que hace lo que quiere cuando arranca tiene una libertad que es falsa, se enmascara de libertad porque no tiene otra opción todavía, tiene para elegir entre nada y nada. Kant decía que para actuar moralmente en primera instancia debía existir la posibilidad de no hacerlo, de ir en contra de, y ahí si poder elegir. Sartre en ese sentido dice que una elección vale porque somos libres para hacerla, no por la acción en sí misma. Al nacer viene con nosotros la nada, y en cada elección en nuestras vidas nos vamos dando el ser, es decir que tiene un peso ontológico. Y entre nada y nada hay una falsa elección. Si bien él llegó a decir que inclusive el torturado es libre de decir que no da más, acá está todo desdibujado.
Entonces es casi libre Cerati, Calamaro, el forro de Cordera y no Prietto viaja al Cosmos con Mariano o normA –los segundos ejemplos son al azar-, si les preguntáramos a lo que cierta prensa gusta –con el efecto rebote de identificarse a él- en llamar indies si les gustaría dejar sus trabajos en la municipalidad o donde sea y dedicarse enteramente a componer canciones y vivir de ellas, la respuesta sería afirmativamente unánime. Entonces levantar la bandera de la independencia dada así las cosas, es un (auto) engaño. Lo triste de la historia es que hay bandas que tienen mucho talento y jamás podrán vivir de la música, a lo sumo será lo que los haga feliz, el momento bueno del día, pero nunca conseguirán vivir de ella.
Los hay, y creo son la mayoría, que usan el mote indie para enmascarar sus múltiples carencias y citar influencias no reflejadas en su música en las entrevistas - periodistas diciendo que una banda suena como tal otra y el cantante declara no haberla escuchado nunca-. Yo nunca escuché en La Plata una banda que suene como Sonic Youth, tenga el vuelo de las letras de Pixies, o canten tan bien como Malkmus–siguiendo el juego de la reencarnación local de aquellos-.
El indie funcionando como ideología, si seguimos al barbón alemán, sería justamente una conciencia invertida de la realidad, una falsa conciencia, una conciencia desprendida de lo material. Y lo material es Pura Vida y el Favero, que gracias a la entelequia que existen, pero eso es lo que hay ahora y no mucho más post Cromagnon. La parte esperanzadora es que aun así, aun así siguen saliendo bandas muy interesantes para ir a ver y comprarles los discos. El indie que suele poblar la Inrockuptibles tiene un corazón que no me gusta, lo he resuelto admitiendo mi parte conservadora y como canta el Compañero Asma en su canción homónima, fiel a la vieja escuela. Por eso me gusta más Crema del Cielo que los 107 Faunos.
En la parte subjetiva de los gustos es verdad que no hay mucho para decir, no hay parámetro, pero eso bien indie de que me gusta todo, soy tolerante y quedo bien con todos se me hace un poco dudoso, si fuese músico y tuviese una banda supongo que tendría pocos amigos.
Lo que la Escuela de Frankfurt le criticó a la Marx fue justamente que el proletariado había perdido su fuerza para cambiar las cosas, que estaba demasiado integrado, los obreros vivían mejor, tenían vacaciones y obras sociales, etc. Jugando con –y en- los términos en que están planteadas las cosas, el indie anhela ese llamado de la multinacional, de esa marca para ese festival, de por qué no se avivó antes de registrarse en Sadaic, y no está mal, yo respeto la honestidad, pero no me gusta acariciar la piel de cordero que en realidad tiene un lobo debajo. Si El Mató firma con una multinacional a mi me parece perfecto, y quienes los critiquen serán aquellos que sufran del síndrome “los mismos de siempre”. El límite de la libertad para mi en esos casos es la intervención en las canciones, en el arte, como Ed Sullivan pidiéndole a Morrison que no cante “Girl we couldn't get much higher”. El lo hizo igual y no lo invitaron nunca más. La libertad está siempre al final.
Habría que tapar con diarios a la palabra indie y discutir sobre las canciones.
No llegará el día en que uno ponga La 100, La Mega –las radios más escuchadas del país, pagadas por las Multinacionales- y suene normA o Thes Siniestros. Sería genial, porque hablaría o de que esas bandas están a punto de vivir de sus canciones o de que han tomado por las armas aquellas radios. Pero no sucederá al menos hasta que cambie radicalmente la ola del mercado, y créanme que si eso sucede, estaremos demasiado viejos y cansados asistiendo a la amable luz del atardecer.