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El gran matón


En sucesivas e impredecibles entregas trataré de ir comentando algunos libros, anécdotas y curiosidades del genial Norman Mailer, cuya primer novela escrita a los 24 años da nombre a este blog.

Si mal no recuerdo, el primer libro que leí de él fue “Los hombres duros no bailan”, una novela policial de sexo, rubias, droga, matones y muerte. Hasta aquí no había nada del otro mundo, era una buena novela, sobre todo sus diálogos, él es un gran dialoguista. Fue una buena primera impresión, guardé muchas escenas en mi memoria. Recuerdo que se lo presté a mi chica de aquél entonces y unos años después lo traje a colación, ella decía no recordar nada –aunque es una buena lectora.-

Después de ella –de la novela-, leí “El parque de los ciervos” una historia ambientada en Hollywood donde los protagonistas principales son un director de cine y un ex piloto que ansía ser escritor y lo convencen de vender los derechos de su vida para filmar una película. No voy a entrar en detalles, pero ya en esa novela me atrapó este petiso genial y ególatra, dueño de una potencia mental comparable a la de Sartre, y prolífico como pocos.

¡A los 34 años escribió su autobiografía llamada “Advertencias a mi mismo (1959)”!, donde repasa su bibliografía hasta ese momento, junto a un par de cuentos y reflexiones sobre escritura, la suya. Hace poco la encontré en una hermosa librería de Santa Fe al 2200, librería donde trabajan 3 generaciones y un octogenario es la ley. En este libro Mailer cuenta el tortuoso proceso de escritura de “El parque de los ciervos”, su tercera.

Después de haberse convertido en una estrella en Estados Unidos en 1948 luego de haber escrito "Los desnudos y los muertos", y habiendo sido defenestrado por la crítica por su segunda – Costa Bárbara- , su tercera era todo un desafío para él, que debía probarse aquello de lo que no tenia duda: que era muy bueno.

En la película de Woody Allen “El dormilón”, éste le dice a un científico: “Éste es un retrato de Norman Mailer, legó su ego a la Facultad de Medicina de Harvard”. Hay otros ejemplos de su peso como figura pública –polémico y salidor, hasta se candidateó a alcalde de New York-, fue citado en varias canciones (de Lennon a Manic Street preachers), apareció en los Simpsons, hizo películas y hasta un capítulo en Gilmore Girls.

Quiero centrarme en algo que él dice de su tercer/a novela -me gusta más sin la a-. En un artículo de su autobiografía, que volverá a publicar en “Un arte espectral, reflexiones sobre la escritura (2003)” Mailer cuenta que su estado de depresión y drogadicción le quitaban fuerzas para luchar contra las 8 editoriales que le habían rechazado el libro, entre otras cosas calificarla de obscena, hasta que dio con Walter Milton, el hombre que editó Lolita de Nabokov (“es el único editor que conozco que sería un buen general”).

Eso no fue suficiente y su peregrinar duró varios meses de corrección e insatisfacción hasta llegar a la publicación y lograr un éxito moderado, lo cual dijo que resultó ser un empate luego de tanto sufrimiento. El vacío posterior le duró bastante tiempo, su amargura ante las feroces críticas lo llevó a publicar de su bolsillo, extractos de reseñas en forma de aviso en un diario muy importante de USA, al mes de la salida del libro, que decía:


“En todo Estados Unidos El parque de los ciervos no recibe más que desvaríos:


“El peor serpentario del año en ficción”, “Sórdido y mugriento”, “Taradez irreflexiva … dorada pila de basura”, “repugnante”, “exasperante”, “torpe”, “injusto”, “indiscriminatorio”, “perturbador”, “de mal gusto”, “bazofia”, “irritante”, “tonto”, “chapucero”, “una sarta de porquería”

Su primer novela es buenísima, los otros tres libros que cité son menores en su obra pero aún así están muy arriba de una media imaginaria. Acá abajo hay una perlita, el trailer de la película clase B “Los hombres duros no bailan”, donde nuevamente tomó el recurso de las críticas.

Mailer es imprescindible, si me da la voluntad y capacidad más adelante hablaré de sus grandes novelas.



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Mr. Pink


Hace unos meses, después de bajarme del 59 en Las Heras y Pueyrredón, el grupo de chicas con el que iba se metió en un kiosko, yo decidí quedarme afuera; hacía calor y esa zona es particularmente propicia para congraciarse mirando chicas.

Estaba de brazos cruzados con una ligera sonrisa mirándolas pasar, escuchando el coro de mis compañeras que no se ponían de acuerdo en qué cosas comprar, cuando abruptamente un señor de unos 40 años comienza a acercarse hacia mi , meneándose mientras tarareaba pa pa pa pa pa "Little Green Bag", la canción que abre Perros de la calle.

Sin más, me dice:

-Buenaaaa Tarantino –yo tenía un camisa y unos anteojos negros berretas símil Ray Ban-.

Me río, no digo nada. Inmutable espero, dejo que se acerque.

-¿Viste Perros de la calle? Seguro que no –dice.

-Si que la vi, claro –respondo.

-A ver, nombrame los actores.

Dubitativamente nombro los que recuerdo.

-Te faltó Harvey Keitel.

Pronunció el nombre en impecable inglés, tan impecable que contrastaba obscenamente con su aspecto de estar viviendo en la calle: pelos largos, barba quizás más larga que su pelo, joggings rotos, un buzo que seguro le daba calor, unas bolsas en su mano izquierda, y un olor estigmatizante.

-Tenés razón, me faltó él.

Hizo un poquito más del pa pa pa pa y continuó:

-Vos sos Mr Pink.

-No, no quiero ser Mr. Pink, ¿Por qué no soy Mr. White? –repliqué risueñamente mientras mis compañeras salían con golosinas y no entendían la situación.

-Si, vos sos Mr. Pink –soltó y se largó a reír con fuerza.

Continuó hablando un poco de la película, a mí se me hacía tarde y ya había dicho “bueno” unas 3 veces para tratar de cortar el –ahora- monólogo que me tenía como testigo mudo.

-Bueno, nos vemos –le dije con fuerza para interrumpir.

-¿Cuándo? –contestó lapidariamente, develando mi mentira.
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Fútbol de primera



"En el recodo de un rincón cualquiera del universo, inundado por los fuegos de innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el cual animales inteligentes inventaron el conocimiento. Éste fue el instante más arrogante y engañoso de la historia universal".

Foucault citando a Nietzsche en sus conferencias “La verdad y las formas jurídicas”.


Pasó la primera fecha del futbol argentino sin la televisación de TyC.

Arrancó con el partido de Gimnasia-Godoy Cruz y la sorpresa de Apo y Gustavo Barros Schelotto como dos buenos comentadores. No recuerdo el nombre del relator, pero no era menos que la media. La primera y rápida impresión que tendremos con estos cambios, es estética. Luego de –al menos- 10 años de estar acostumbrados a las mismas voces, chistes, cronistas cómplices y compinches de los jugadores, presenciamos un avance de varios periodistas de AM y ex futbolistas a la transmisión de tv. Nos habituaremos.

El partido de Independiente-Ñuls lo transmitió un relator aguardentoso poco presentable, pero sinceramente; ¿Qué importa? ¿Acaso no es el mismo partido? Acá comienzan a jugarse cuestiones relacionadas al poder.

En el partido de Central-Racing una terna de periodistas rosarinos se hizo cargo de la transmisión, sus voces nos son extrañas, la química entre ellos aún debe probarse, pero es una ilusión. ¿Es necesaria cierta "dinámica televisiva" para que podamos ver un partido? ¿Acaso uno necesita que le cuenten lo que está viendo? Acá ya entran a jugar cuestiones psicológicas.

Si como parece, cada provincia tendrá sus periodistas locales al mando de las transmisiones; es probable que la calidad de la información mejore, los periodistas rosarinos tenían datos que uno venido de afuera no podría tener. De esta manera no es necesario que por ejemplo los tucumanos le rindan pleitesía a cualquier capitalino representante de aquella empresa y le regale productos regionales en una muestra de una forzada hospitalidad.

No creo que esta regionalización suceda, pero estaría bueno. Hasta supondría un ahorro de gastos de traslado de personal, aunque salió a la luz que TyC tenía todas las producciones de los partidos tercerizados -300 mil pesos los 10 partidos-, por eso casi no se vieron –salvo en las gráficas- cambios sustanciales en cuanto a transmisión del partido. A mi esa calidad no me importa.

Mientras escribo esto escucho de fondo a Araujo y a Julio Ricardo transmitiendo, –Araujo tiene un traje impresentable- haciendo lo mismo que hacían hace 20 años, las mismas entonaciones, chistes y chanzas típicas de quien quiere aprovechar eso de estar de nuevo en la cresta de la ola del poder del ambiente –en cualquier momento dirá que entra Cedrés y le creeremos-.

El fútbol es un negocio -y multimillonario-, lo sabemos, no me meteré en la parte de los números, el mafioso de Grondona logró con las mismas tácticas asociarse con el Estado y sacar(se) el máximo rédito posible. Por parte del Gobierno, se le abrió una posibilidad inesperada de asestarle un golpe al grupo Clarín que tanto trabajó y trabaja para socavarlo en todos los frentes posibles. Si bien a nivel de presupuesto y prioridades de una Nación esto es un chiquitaje, el Gobierno asestó un golpe de gran repercusión popular. Los que dicen –como pudo verse bizarramente a Pamela David recriminar a Aníbal Fernández en el programa de Fantino- que los 600 millones se podrían usar para otra cosa, es un argumento burdo instalado por quienes han sido perjudicados en esta repartija. Vemos día a día cómo Clarín, Olé y sus aliados se mofan y utilizan la información como les viene en gana para desprestigiar el nuevo acuerdo.

En el boxeo, cuando un boxeador se ríe es porque le dolió el golpe.


Postdata de domingo a la noche: Macaya & Cía finalmente se tuvieron que poner a trabajar: panelistas invitados (Varsky, Pacini, Veira, Vignolo), móviles en vivo -Tití Fernández hablando del chivito que le estaban cocinando a Palermo- , Verón en el piso, y un espacio central donde Niembro tendrá su espacio de entrevista, en este caso fue el jugador, Marcelo Hugo Tinelli. El encuentro entre dos crápulas, otro intento más del 13 de demostración del poder.

“Los mismos de siempre” es un funcionamiento bastante extendido.
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Siguiendo la luna




Quisiera en este momento poder tener la claridad, sagacidad, elegancia y comicidad que tenía Arlt cada vez que abordaba la descripción de un personaje distinguible de su época . En otro lado me cansé de elogiarlo, en este departamento de dos ambientes que es el blog seguramente nos visitará.


El sujeto en cuestión es el fan. Seguidor le podríamos decir en castellano. En ambos idiomas la palabra tiene similar fuerza.


Por cuestiones que no vienen al caso comentar, desde hace muchos años tengo contacto cotidiano con el mundo de una banda de rock, no solo cara a cara, sino virtualmente. Pero no son ellos los que me interesan, sino sus seguidores. He visto a éstos desde que eran decenas hasta ahora que son miles, y el espécimen a decir verdad no es muy distinto.

La premisa de base de ellos reza: “por el poder que mi fanatismo me confiere, en mayor o menor medida me perteneces”. El fan trabajador conoce quienes trabajan con una banda, el nombre de sus asistentes, si tienen facebook, fotolog, intentan hackear las páginas, consiguen los teléfonos particulares, van a las radios donde va el artista, averiguan su estado civil y hasta qué auto tienen. Todo esto ha pasado y retaceo ejemplos -también hay gente ubicada y valiosa para ser justo-.

Hace unos días organizamos un sorteo de entradas para ir a un canal de televisión para ver un recital en vivo de la banda, dinámica familiar para ellos: mandar mail, esperar a ver si ganaron. No se por qué me sorprendí esta vez, debería haberlo sabido. Mal que me pese, termino por “conocer” a los que con tanto empeño gustarían de ser reconocidos como “los mismos de siempre”. Bueno, sucede que el azar no los favoreció y quedaron afuera de poder ver a la banda in situ en el intrascendente evento.

No pasaron 10 minutos de haber publicado la lista de ganadores que llegaron los mails de quejas y los comentarios irónicos al mundo 2.0. Citaré un extracto de un mail: “Entendemos que seguramente mandó mucha gente, y el cupo no es ilimitado, pero consideramos que entre tanta gente, nos podrían haber tenido en cuenta, sabiendo el fanatismo que tenemos por la banda desde hace tiempo, y que siempre los seguimos a todos lados…”

Algo que uno supuestamente elige libremente, disfruta, gasta su plata y tiempo en ello, se vuelve en tu contra y te “hace algo”. Interesante. Hay varios ejemplos, todos con el denominador común: hacer valer su esfuerzo –cualquiera este sea, bajo cualquier forma se manifiesta el sacrificio- y que éste se vea recompensado de alguna manera que implique rozar al músico, es decir, al tótem.

La banda y su mundo, es ese noseque que imaginaria y simbólicamente –pero sobre todo real- se quieren apropiar, ya sea tatuándolo en el cuerpo, en la dirección de correo, en le nombre del sitio en la web, seudónimo, etc.

Recuerdo que los fans de “la primera época” sufrieron cuando vieron a “su” banda crecer y ellos quedar relegados en notoriedad y en la ubicación de cualquier recinto. Algunos decidieron no ir más y quedarse con los discos, otros aparecen espaciadamente. La sensación es que siempre habrá uno nuevo para correrte de la valla.

En el terreno estrictamente musical es muy parecido, ¿por qué no habrían de opinar con la misma vehemencia que reclaman una foto con el cantante? El fan suele ser conservador, quiere la misma fórmula álbum tras álbum, la familiaridad y comodidad de lo conocido. ¿Qué fan de los Cadillacs se puso inmediatamente contento cuando salió “La marcha del golazo solitario”? ¿Cómo soportar que el objeto de adoración cambie sin mi consentimiento? Los “viejos” fans que han tratado de resistir, han tenido que compartir –por la fuerza de la masa- su silla.

“…y que siempre los seguimos a todos lados”. No soy un hombre de fe, pero esa no puede ser buena. ¿En quienes aparece el despecho? Si, ahí mismo, y ¿dónde está la reciprocidad acá? De un solo lado. Algo ajeno se vuelve propio sin mediación. Bueno, eso se llama identificación y es necesaria para vivir.

Resolví la cuestión de la siguiente manera: la culpa siempre es del que se molesta.

Eso pasa cuando te acercas demasiado al tótem. Él está para muchas cosas, menos para ser tocado. Si lo hacés, y se confunde donde empieza uno y termina el otro puede ser peligroso; porque cuando lo hacen miles y miles y se conjugan algunas variables desafortunadas hay un Cromagnon en ciernes.

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Masticar



Hace poco más de un mes fui invitado por mi traductora amiga Vera a unirme a un Club de Lectura que iniciaba. Imposible negarme, tan sólo por el hecho de compartir otra cosa con ella –más la promesa de una docena de chicas que no conocía en su mayoría- y curiosidad literaria por supuesto.

Hubo un primer encuentro donde después de discutir acerca de qué criterios utilizaríamos para elegir los libros a leer, hicimos una larga lista y lo sometidos a votación. Tal fue mi suerte que la democracia otra vez me dio un revés y salieron elegidos tres que ya había leído. Otra vez mi voto fue minoría –salvo en Rosario donde Central me hace perpetuamente oficialista-.

Mañana debatiremos –bacanal mediante- acerca de La insoportable levedad del ser, del Sr. Kundera. Ese libro lo leí hace una década, y por cómo marqué sus páginas me debe haber gustado en aquel entonces, pero tenía 17 años. Antes de ponerme a leerlo de nuevo traté de recordar sin suerte de qué se trataba. Recordé un perro y algo acerca de un anticomunista.

Ha pasado demasiada agua bajo mi puente para que pudiera leerlo nuevamente. Desistí a la página 60. Recordé toda la historia ante cada arcada estética y argumental que me propinaba Milan –ojalá el libro viniera acompañado con su producto más conocido, el salame-.

Ahora viene mi dilema: mañana en algún momento voy a tener que decir qué me pareció el libro. Y pendulo entre decir lo que pienso o suavizarlo con tibiezas en contra de la ausencia de metáforas y de que no deja nada librado a la imaginación del lector, quizás también pueda decir que no me gustan los comentarios que el autor hace sobre la historia y pasar a la mesa de dulces.

Decir lo que pienso es una beligerante embestida llena de hipérboles y cuestionamientos de cómo Milan cree descubrir el quid de las relaciones humanas cuando sólo está haciendo una masticada novela que disfraza de profundidad existencialista un pobre argumento que rebosa moralina y edulcorante.

Aquél año -1984- también se estrenaban las grandes películas Cazafantasmas, Karate Kid, Gremlins y Terminator, mucho mejor plan.


Un invitado tiene que ser ubicado, así decía Corina Flynn, mi profesora irlandesa de inglés.

Procuraré tener siempre el vaso lleno del líquido de la simpatía y del indulto.




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Las flores son para los muertos

Quizás para el momento en que estoy subiendo esto ya la situación sea otra, pero mientras tanto, la AFA acaba de declarar que rescindirá el contrato que lo une con la empresa TyC Sports, que pertenece al grupo Clarín (que posee Olé, La Razón, Radio Mitre, la 100, Multicanal, TN, Volver, Patagonik Films entre otros).

La conferencia de prensa brindada por el dudoso – uruguayo- Cherquis Bialo, donde se anunció la rescisión del contrato con la TV estuvo muy entretenida, sobre todo al escuchar a los periodistas de TyC acusando y lloriqueando ante la decisión que seguramente conllevará una reducción de personal.

Mientras tanto, TN cubría la misma noticia y transitivamente se refería a la AFA y a su decisión, con los mismos términos con los que se refiere al Gobierno (o Estado, no diferencian, y son cosas distintas), a saber: desprolijidad, improvisación, irresponsabilidad, unilateralidad, etc. Asimismo subrayaban el “incumplimiento de contratos”, la “falta de garantías” que brindaba el país, enlazándolos con las subas de los servicios públicos, la pobreza, y el comunicado del Vaticano que habla sobre la misma y supuestamente sobre el país (que no nos nombra pero no importa).


“No hay hechos, sólo interpretaciones” dijo Nietzsche.


Al momento de escribir esto la AFA había negado que tuviese oferta alguna por parte del Estado para hacerse cargo de la televisación de los partidos, de cualquier manera Clarín lo afirmaba. Con este tono beligerante, daba la noticia en su portal: “Comandados por Grondona, los dirigentes rompen el contrato con la TV y se exponen a juicios millonarios”. Comandar, romper, exponerse, como si fuesen las instrucciones de un general a su primera línea de combate.


No quiero aburrir y aburrirme. Grondona es el padre de esta situación, creó junto con Ávila el sistema de televisación e hizo rehenes a los clubes con sus préstamos a dedo, abriéndose paso a sus propios negocios y a su eternización en el poder de AFA –ya 30 años-.


Así que suena gracioso escuchar a Cherquis Bialo decir que muy probablemente no tengamos que esperar más hasta el domingo a las 10 de la noche para ver los goles de la fecha. Es simpática la idea, pero no tanto de quienes provienen. Tampoco con esta inyección de plata se puede indultar a los clubes que tan mal han hecho las cosas y han llevado hasta el ridículo la situación de sus clubes.

Me alegra saber que la injerencia de TyC Sports comienza a declinar, esos seres retrógrados –Recondo-, peligrosos –Souto, gran instigador a la violencia con su programa “El Aguante”- y putañeros –Pagani- que poco tienen que ver con el deporte –no hay uno flaco- o la excelencia periodística. Ojala ceda ese amiguismo de hacer notas sin preguntas, agarrando a los protagonistas -de subjetividades moldeados por ellos- de los hombros y donde el entrevistador tiene más importancia que en este caso, los jugadores.

En tiempos de la Chicago argentina, hoy Grondona tendría una cabeza de caballo en su cama, TyC nunca pensó que este geronte que tiene un anillo con la frase “todo pasa” podría alguna vez dárseles vuelta de esta manera. Es que el poder y el dinero no saben de, iba a decir ética, pero es demasiado, ni siquiera de los tan mentados códigos del fútbol.

¿Que importa que no veamos los goles? Escucharemos la radio y sufriremos más –y menos-.

¡Que me importa en realidad! Los hinchas somos los idiotas del asunto, los que sufrimos viendo cómo los equipos se desintegran, cómo maltratan a los jugadores con historia en el club, cómo se regala el patrimonio entre supuestos que pondrían plata para ayudar al club, etc.

Es todo ridículo e irónico, miren en la noticia de abajo cómo castigan a Kirchner y lo acusan de muchas cosas con una adjetivación que si fuese cara a cara, uno tendría que sacar el guante y batirse a duelo, y la publicidad de sus hoteles al lado.









Muchachos, todo esto no importa.




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El encanto de la geografía

La metáfora del río ha sido usada en reiteradas ocasiones, desde reflexiones filosóficas y epistemológicas hasta las frases hechas –populares- que circulan en torno a él.

El río está ahí, meto mis pies en él, tomo de su agua, al tiempo regreso y repito lo que hice, pero: ¿Es el mismo río?
Sin lugar a dudas Ray Davies está en el podio de los mejores escritores de canciones de la historia del rock inglés; en la línea del storyteller que en los 90s tan bien supo continuar por ejemplo, Jarvis Cocker.

Existe un recurso en esta estirpe de compositores que es anclar sus historias a lugares reales, haciendo un uso de la geografía y de lo urbano que tiene gran encanto –el de lo conocido-. Usan nombres de esquinas, bares, estaciones, hoteles, y por supuesto nombres propios –inclusive los de ellos-.

Si Ray Davies tan sólo hubiese escrito Waterloo Sunset, eso hubiese sido suficiente para entrar en la historia grande de las canciones. Pero no, toda la carrera de los Kinks nos brinda altísimos momentos, y hoy en día nos sigue dando bellísimos discos (Other´s peoples lives, Working man´s Café).

La historia de la canción sucede entre el río, las luces de los taxis, la estación, el subte, los amigos y sobre todo, el atardecer de Waterloo. Pero esto es simplificar las cosas, hay otras canciones que tienen algunos de estos elementos y no nos dicen nada. Es delicado hablar de lo que te gusta mucho y no quedar en el intento como un tonto enamorado, o peor, no poder transmitir lo que para uno es autoevidente.

Es innegable que el lugar donde nacemos influye en muchos niveles –conscientes e inconscientes- sobre nosotros. Para mí Johnny Cash creó la categoría de “canciones acerca de trenes” –hasta hizo un documental sobre la historia del ferrocarril en USA, que tiene edición nacional- y en Inglaterra está la categoría de los ríos, no en vano son una isla.

El viejo río sigue su curso enterrándose en la noche y finalmente no voy a explicar nada porque la belleza se impone como el agua al ahogado

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Son cosas mías



Tenía dos ideas para escribir dos cosas distintas pero creo que después de patearlas un tiempo por pereza e inconsistencia, pueden unirse de alguna manera.

Dormir no es natural, prueba de ello es el insomnio. Cada vez que uno lo sufre –aunque sea un solo día- contempla fugazmente que la idea morirse en esa cama no sería tan malo. Las horas pasan y uno sigue cansándose; dando vueltas tratando de que se le apague la conciencia –la pequeña muerte- y pueda finalmente entregarse a esa zona donde el inconsciente juega a voluntad.

Dormir no es natural: se aprende, se construye, se ritualiza hasta el punto de que sea condición tener un vaso de agua en la mesita de luz, pañuelitos por las dudas, cerrar las puertas del placard, dejar una pequeña luz encendida por algún lado, ajustar las sábanas y frazadas de equis manera, etc., cada uno sabrá el suyo. Ni hablar lo que sucede cuando hay que compartir el lecho con otra persona, las variables -para ser conservador- se duplican.

Hay un rasgo que siempre está presente bajo distintas formas en las noches de insomnio, y es que algo falta, algo no se ha cerrado o no se ha cumplido. Los ejemplos que desafían a la gestalt son muchos: desde el examen por venir, lo que no pudiste decir, tener a tu chica durmiendo al lado y saber por qué no quiere hacerlo; hasta la pregunta de Heidegger de por qué algo y no más bien nada –esa te garantiza el insomnio como Sand 8 goles por campeonato-.

La segunda idea trataba de cómo Dios ha desaparecido del lenguaje rockero desde hace por lo menos 25 años. Dios al menos como enigma o respuesta-de más está decir que uno prescinde de su existencia-. Rápidamente, no recuerdo ninguna canción que lo nombre, pero eso tampoco es la importante. Por oposición, pienso en Dárgelos (Adrián Rodriguez) cantando en su último disco esa pavada de “Todo bien con el Diablo sólo somos amigos”.

Que las letras de rock vienen cada vez más masticadas e intrascendentes no cabe duda, no hay excusas para algunas cuestiones, no me vengan con la muerte de las narraciones y los relatos del inflado posmodernismo, gracias a esta perorata y racionalizaciones tenemos aberraciones como las películas de Gus Van Sant.

¿Dónde quedó la desesperación?, ¿dónde una canción que conmueva, algo que diga algo –y no más bien nada-? Quizás esté buscando en el lugar equivocado y todos aquellos que pasan cada 4 meses por Sadaic estén más preocupados por su nueva marca de ropa o negocio inmobiliario.

Toda la segunda parte estaba inspirada en el precioso tango “Canción desesperada” de Discépolo, que en una parte formula esta estremecedora pregunta: “¿Dónde estaba Dios cuando te fuiste?”

Lacan llamaba a la depresión “cobardía moral”, poniendo de relieve que es una decisión del sujeto negándose a hacer el duelo.
Ésta época ni siquiera se deprime, se deja envolver mansamente en la bolsa de gatos del liberal "panic attack", la nueva ropa de la vieja y querida angustia.

Antes alcohol y la cocaína, ahora eso más Rivotril e Internet, pero la desesperación sigue ahí.


Canción desesperada, por Hugo del Carril

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