La pelea


Este blog debe su nombre a la primera novela de Norman Mailer, a la cual le debo una entrada aquí mismo. Estos últimos tres años le he dedicado al menos la mitad de mi tiempo de lectura a sus obras, y es tan vasta y soy tan inconstante que aun me queda bastante por leer. Con Norman compartimos el gusto por el boxeo y las letras. Hay una larga tradición de escritores amantes del boxeo, tanto en su práctica como en su contemplación. Alguna vez dije que no existe mucha diferencia entre escribir y golpear.

Cuentan que Hemingway escribía para vivir y peleaba por diversión. Uno de sus oponentes frecuentes era el novelista canadiense Morley Callaghan, quien una vez le rompió la cara después de que Scott Fitzgerald, el cronometrador, dejara que el asalto durara demasiado. Si bien parece haber sido un accidente, Hemingway nunca olvidó el percance y jamás perdonó a Fitzgerald. Hemingway también peleó con el poeta Ezra Pound y con Tom Heeney, quien a su vez combatió contra Gana Tunney por el título mundial en 1928. Cortázar al llegar a Paris trabajó como relator de peleas para una cadena de México pero duró poco porque su erre le jugaba trampas cuando se emocionaba relatando y hacía inentendibles las transmisiones.

Pero otra vez se trata de Mailer. En 1975 publicó “The fight”, pequeña obra que ilustra e ilumina lo que se conoce como la pelea más importante de la historia del boxeo entre George Foreman y Muhammad Ali. Decir que solamente se trata de boxeo sería simplificarlo al extremo. La pelea fue llevada a Zaire por el incipiente promotor Don King, quien les había prometido 5 millones de dólares –que no tenía- a cada boxeador. El dinero salió de los bolsillos del dictador Mobutu, quien utilizó la pelea como intento de blanquear su imagen ante el mundo.

Norman cuenta al detalle y de manera maravillosa su periplo como enviado a cubrir la pelea. La noche anterior al evento habían asesinado gente en ese mismo estadio, se podía oler la sangre debajo del aserrín. Una madrugada Norman salió a trotar junto al campeón, Ali lo respetaba porque sabía que el petiso era grande, testarudo, apasionado y no le rendía pleitesía cara a cara.

Busqué ese libro por todas librerías de calle Corrientes y no tuve suerte, tampoco en internet, estaba agotado desde hacía años y nunca se había vuelto a editar. Le comenté esto a una amiga que estaba viviendo en Miami y una vez que vino de visita me lo trajo de regalo. Fui muy feliz. Me lo devoré en su idioma original y la sensación fue agridulce: la potencia del original es difícil de reproducir en la traducción.

De todas maneras, y siendo un amateur en esa profesión, pensé en traducir yo mismo el libro, sé que hay un público que lo leería más que agradecido. Y así como así, pensé en Anagrama y les escribí un mail contándoles lo que quería hacer. Me contestaron al día siguiente de muy buena manera, conocían el libro, habían editado algunos capítulos en América, uno que recopila artículos de Mailer y varias cosas más muy amables pero diciendo que por el momento tenían la agenda cerrada. Un rechazo inglés que me dejó conforme. Luego escribí a algunas editoriales argentinas y nada, ni las supuestamente interesadas en el deporte, ni las más pequeñas y rascas. Nada. No reply.

Decidí comenzar para que al menos pudieran leerla mis amigos. No hice ni un capítulo entero, pero la voy a terminar algún día tan sólo por placer.

Es muy difícil hacerle justicia a algunas construcciones de Mailer.

Así comienza:

“Siempre es un shock volverlo a ver. No en vivo como en la televisión sino parado frente a ti, luciendo en su mejor forma. Luego el Atleta más Grande del Mundo corre el peligro de ser nuestro hombre más hermoso, y el vocabulario del Campamento está condenado a aparecer. Las mujeres dibujan una respiración audible. Los hombres miran hacia abajo. Se les recuerda nuevamente su falta de valor. Si Ali nunca hubiese abierto su boca para hacer temblar la gelatina de la opinión pública, aún así inspiraría amor y odio. Porque él es el príncipe del cielo, así lo dice el silencio alrededor de su cuerpo cuando él es luminoso.

Sin embargo, cuando está deprimido, su piel se vuelve de color café con leche aguada, pero sin crema. Un verde mórbido como el de una mañana depresiva. No se lo ve bien. Esta sería una justa descripción de cómo apareció en el gimnasio de Deer Lake, Pennysylvania, una tarde de Septiembre siete semanas antes de su pelea en Kinshasa con George Foreman…”


En una hermosa nota que escribió Tomas Eloy Martinez cuando murió Mailer, recordaba sus dos encuentros con él, separado por doce años. El primero en 1979. Yo recorto este pedazo:

"Como a las nueve, después de haber sudado todas las intoxicaciones de la noche, se dispone a boxear dos rounds de tres minutos con José Torres. En el ring, el ex campeón fintea, esquiva los golpes del escritor con displicencia y cada vez que los brazos cansados de Mailer se desorientan, dejando al descubierto la cara, Torres lo toca con suavidad. Los tres minutos parecen un día. "Aguanta un poco más, Norman", trata de alentarlo el campeón. "A mí también me duelen los brazos." "No me mientas", replica Mailer. "A un peleador de tu clase nunca se le acaba el aire."

El intervalo entre un round y otro tarda otra eternidad. Antes de empezar el segundo, Mailer me pide que lleve la cuenta y haga sonar el timbre con puntualidad. Avanza hacia el centro del ring, trata de acertar un jab, pero Torres le adivina la intención antes de que haya movido los brazos. A los dos minutos, las piernas del escritor se quedan rígidas, en la frontera del calambre. Alarmado, toco el timbre y anticipo el fin del round. Mailer se inclina, enfurecido: "Nunca le hagas eso a un boxeador", reclama. "Nunca lo humilles."


El jugo brota de los párrafos. Lo difícil parece ser saber cuándo detener (se).


4 comentarios:

flor | 7 de junio de 2010, 11:34

el sábado cuando leía la Ñ, mis ojos encontraron como un radar, "norman mailer", "los desnudos y los muertos" y me acordé de ti. Decían algo de los libros que están por editar sus mujeres y amantes.

Brenda V | 7 de junio de 2010, 15:56

la leo en un idioma parecido al original: el del admirador.

sabias palabras

me guardo mis correcciones en el mismo lugar donde atesoro mi cariño por usted.

Lisandro Capdevila | 7 de junio de 2010, 16:13

yo mismo se que hay errores, cosas con poca fluidez en el castellano. Mitad creame que son así en el original, mitad mi impericia. Igual ojo que hay cosas que le pregunté a ud sobre un párrafo recuerda?
Antes de que vaya a la imprenta pasará por ud.

y flor: había leído algo por ahi. Van a difarmarlo, sobre todo la que fue apuñalada por él, que no se lo tomó muy bien.

Joakkin | 7 de junio de 2010, 20:16

El fútbol y el baloncesto me dejaron sin un gramo de pasión por otro deporte. However disfruto de un relato contado con el fervor del que lo está sintiendo.Bien por Mailer, bien por el box.

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