Tu nombre no es una palabra
El nombre existe en al menos dos estados. El primero, cuando el de alguien aún nos es desconocido e irrelevante; está ahí en el mundo haciendo sus cosas; representando a cualquiera y miles a la vez, siendo deformado según los usos del lugar donde habita y su peso en una familia. En este primer momento, el nombre es una palabra –cualquiera- que apenas nos dice algo; tras las letras que lo conforman se esconde una historia y una vida que ignoramos. La historia del nombre es tan extensa y con tantas vueltas que puede ser un lugar inextricable. Un nombre precede a nuestra existencia, a veces desde antes de la gestación, incluso se puede remontar muchísimo más atrás, a la nena que jugaba con su muñeca llamada Liliana y luego –represión mediante- sin saber bien por qué le pone ese nombre demodé que tanto le gusta a una niña nacida en el 2001.
Este es el primer estado, el de la indiferencia y la mera representación. Para entrar al segundo se necesitan varias condiciones que estemos advertidos o no; son bastante fijas. Por ejemplo, conoces a alguien que inmediatamente te cae muy bien, te resulta atractiva/o y querés saber más, tenés un deseo irrefrenable de meterla entre tus sábanas y llevarle el desayuno a la cama pero cuando le preguntas el nombre, tiene 25 años y se llama Liliana. El atractivo tambalea, al menos en este estado del nombre donde aún es sólo una palabra y las condiciones de lo amable están bien fijas en el personaje que uno mismo se ha construido con el tiempo.
Si no hay cambios y cierta flexibilidad, no podés pensar en Liliana como objeto de amor -si como de deseo porque se lo podés quitar- pero en ese ejercicio de evadirte del mundo y mezclarte con su vida, Liliana pone una traba.
Algunas variables tienen que modificarse para que dejemos de lado las mañas y los yeites y este nombre deje de ser una palabra y pase a ser el objeto irrepresentable. “Antes de conocerte no era nada, Li-lia-na”, “Tu nombre me sabe a hierba, oh Marta de mis días”, “Cruzaría a nado el Atlántico por vos, Roxana”.
El nombre deja de ser una palabra y se convierte en algo que se ha mezclado con nosotros, piensen en sus relaciones de pareja, seguramente el nombre del otro o está velado o es usado en contadas ocasiones y reemplazado por cualquier otra denominación, excepto en los momentos de tensión o enojo, donde hay un placer en hacer presentes todas las letras y uno siente que le retiran el amor, que hacen de su nombre otra vez una simple palabra.
Este es el primer estado, el de la indiferencia y la mera representación. Para entrar al segundo se necesitan varias condiciones que estemos advertidos o no; son bastante fijas. Por ejemplo, conoces a alguien que inmediatamente te cae muy bien, te resulta atractiva/o y querés saber más, tenés un deseo irrefrenable de meterla entre tus sábanas y llevarle el desayuno a la cama pero cuando le preguntas el nombre, tiene 25 años y se llama Liliana. El atractivo tambalea, al menos en este estado del nombre donde aún es sólo una palabra y las condiciones de lo amable están bien fijas en el personaje que uno mismo se ha construido con el tiempo.
Si no hay cambios y cierta flexibilidad, no podés pensar en Liliana como objeto de amor -si como de deseo porque se lo podés quitar- pero en ese ejercicio de evadirte del mundo y mezclarte con su vida, Liliana pone una traba.
Algunas variables tienen que modificarse para que dejemos de lado las mañas y los yeites y este nombre deje de ser una palabra y pase a ser el objeto irrepresentable. “Antes de conocerte no era nada, Li-lia-na”, “Tu nombre me sabe a hierba, oh Marta de mis días”, “Cruzaría a nado el Atlántico por vos, Roxana”.
El nombre deja de ser una palabra y se convierte en algo que se ha mezclado con nosotros, piensen en sus relaciones de pareja, seguramente el nombre del otro o está velado o es usado en contadas ocasiones y reemplazado por cualquier otra denominación, excepto en los momentos de tensión o enojo, donde hay un placer en hacer presentes todas las letras y uno siente que le retiran el amor, que hacen de su nombre otra vez una simple palabra.
7 comentarios:
En mi vida hay muchos hombres de nombres extraños. Es algo ciertamente extraño. Qué sé yo. Eso y también que desde hace unos años decidí acortar mi nombre.
Muy lacaniano esto de buscarle sentido a las palabras :) El otro día conocí a una chica (Leandra) y a su marido, Leandro. Mientras lo saludaba pensaba: "esto a mi no me hubiera pasado". Pero hay gente mas inteligente que cree que una palabra no puede condicionar otras cosas. Después estamos nosotros, los anormales.
Te dejo una canción, LI-SAN-DRO: http://www.youtube.com/watch?v=IDX-PRTc7JE
las chicas inteligentes siempre podemos más
Yo me llamo pio, que hago? Espero que solo sea una palabra.
Ud. es un verbo.
Hay nombres que generan desconfianza, por ejemplo Mario, Raúl o Edith entre las mujeres.
Caso número 1:
"Prestamos de hasta $6.000 en el acto con sólo el D.N.I. Te:7687-9987, Flores. Sr. Mario o Edith."
En cambio hay otros nombres que generan fantasías sexuales y de las peores, como por ejemplo Carla, Adriana, Lore o Romi.
"Che má, hoy viene a casa Carla y Lore a tomar algo y luego salimos con Cristian y los amigos" (sabes como termina la historieta)
Para finalizar el concepto, dejo un listado de nombres para seguir de cerca:
Bryan, Jonnatan, David, Jaquelin, Nair, Ian, Gino, Dalma, India, Baaltazar y Blanca.
Un saludo y muy bueno el blog.
Tu nombre. Ojala fuese tan facil, callarlo y no decirlo, ojala no lo supiera, ojala nunca lo hubiera escuchado, ojala nunca lo hubieras dicho.
[...] Porque aunque quisieras no vas a retenerme. Porque aunque me dejaras, no sabria si quererte para siempre. Pero
[...] ignore en ese momento, que hoy te recordaria todavia. Pense que tus fantasias, no me calarian las ansias de ser verdad. Que las ganas se secarian con tu sudor de aquella vez. Pense que te ibas con el sol, y que al final de ese año serias solo un regalo de navidad de esos que ni se usan.
[...] A penas se tu nombre que no puedo ni decir. Tu maldito nombre. Y siento conocerte desde siempre.
[...] A penas te bese un par de veces, pero te conozco mas desnudo que vestido y se, que ninguna circunstancia impediria que esta noche me acueste nombrandote.
21/02/2005
se llama nicolas
il
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